En los primero tiempos de la dominación árabe, los habitantes autóctonos de la península pudieron mantener su religión.
Cristianos y judíos conservaron sus propiedades y organización social, se mantuvieron regidos por sus propias jerarquías, pero supeditados a la autoridad política musulmana y a pagar una capitación.
Tenían incluso un defensor que los representaba y podían tener también clero y obispos.
Cristianos y judíos conservaron sus propiedades y organización social, se mantuvieron regidos por sus propias jerarquías, pero supeditados a la autoridad política musulmana y a pagar una capitación.
Tenían incluso un defensor que los representaba y podían tener también clero y obispos.
Con frecuencia, las alquerías de las zonas rurales estuvieron habitadas por clanes familiares que tomaban el nombre de la familia.
Algunas eran simplemente las antiguas villas
romanas que perduraron durante los tiempos de la monarquía visigoda. Otras se fueron
edificando poco a poco. Los habitantes de las alquerías eran dueños de sus
tierras aunque había tierras también propiedad directa del sultán.
Al estado islámico que se asentó sobre Hispania se le llamó pronto Al-andalus.
Los territorios de este estado fueron
mermando con el tiempo, y con el tiempo también. el Estado pasó por varias unidades políticas.
Al-andalus fue primero emirato dependiente de los
califas omeyas de Damasco: desde la conquista en el 711 hasta el año 756.
Fue
después un emirato autóctono con sus propios emires y con capital en Córdoba, situación
que se prolonga hasta el año 929.
Se constituye entonces el Califato independiente que termina en el 1031 para
quedar desmembrado a partir de entonces
en distintos reinos de taifas.
La situación de debilidad de la veintena de
taifas que se formaron era tan evidente, frente a la reconquista cristiana, que hubo que recurrir a los bereberes almorávides
del norte de África para salvar la
situación.
Entre los años 1090 y 1144 los almorávides intentan sin éxito la reunificación.
Entre los años 1090 y 1144 los almorávides intentan sin éxito la reunificación.
También del norte de África
proceden los almohades que intentan desde mediados del siglo XII hasta el año
1224 reconducir el estado islámico peninsular. La incapacidad de los almohades para
dominar la situación se pone de manifiesto de forma indudable en la batalla de
Las Navas de Tolosa en el año 1212.
La presión ejercida por los ejércitos
cristianos sobre las fronteras del al-Andalus y las crisis internas, van
paralelas a un cierre de filas cultural respecto de cristianos y judíos.
La crisis del cristianismo dentro de las
fronteras de al-Andalus se hace más
intensa con la dominación de los almorávides.
Por el año 1130, con el fin de no promover el politeísmo y que todos abracen el Islam, el cadí de Córdoba ordena:
“No se debe prestar ninguna caballería a cristianos o a judíos, ni ayudarles en nada en sus fiestas”.
“No se debe prestar ninguna caballería a cristianos o a judíos, ni ayudarles en nada en sus fiestas”.
Las
cosas se ponen difíciles para cristianos y judíos. Algunos optan por emigrar a
las tierras del norte; otros,
seguramente la mayoría, opta por arabizarse.
Entre los propios musulmanes la supremacía
corresponde a los árabes frente a otros grupos étnicos como los bereberes.
Ciertamente, todos los que pueden, alegan pertenecer a un linaje árabe y lucir
apellidos árabes.
Algunos bereberes habían llegado ya durante la conquista en el siglo VIII, pero
los grandes contingentes llegaron después en distintas oleadas en el siglo X y el siglo
XI. El ser muchos en número les permitió
ir ocupando importantes cotas de poder.
En el valle de Uxó, uno de los clanes
presumía claramente de pertenecer al más puro linaje árabe, el clan de los Gasló.
Otros tenían que conformarse con menos,
Pero a medida que los bereberes son más en número, van ocupando puestos más importante en las corte de las taifas. Algunos como los Sinhaya o los Zanata, consiguen los puestos más altos en algunos territorios. En el valle forman los clanes de los Ceneja y Zeneta.
Pero a medida que los bereberes son más en número, van ocupando puestos más importante en las corte de las taifas. Algunos como los Sinhaya o los Zanata, consiguen los puestos más altos en algunos territorios. En el valle forman los clanes de los Ceneja y Zeneta.
Las categorías estaban claras en
el valle. Primero los árabes, luego los bereberes, y al final, los cristianos y
judíos convertidos.
Esta cuestión no era en absoluto menor.
Precisamente la división entre árabes y bereberes y entre estos últimos los
pertenecientes a distintas oleadas de llegada, está en el origen de los conflictos profundos
que dan lugar a los reinos de taifas.
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