viernes, 16 de mayo de 2014

Don Jaime, don Pedro y don Blasco

I

 Don Pedro Ahones le planta cara a don Jaíme y le cuesta la vida


En abril de 1225 don Jaime convoca  Cortes  en Tortosa. Pasados los prolegómenos habituales, pronto se entra en el tema que al rey le interesa: la necesidad de emprender la reconquista contra el Islam. Al final de la reunión, no sin debate,  el rey consigue arrancar   la proclamación de que efectivamente tal necesidad es urgente.

El proyecto no empieza bien. La empresa, que se inicia con el sitio de Peñíscola, fracasa por la falta de colaboración de los caballeros aragoneses. No obstante, tal es el empeño del rey de ir contra Valencia que  planea otra expedición. Esta vez, las tropas habrían de partir de Teruel. Una vez más, la convocatoria real no tiene  suficiente éxito  para llevar a buen término la expedición; pero sí la suficiente presencia para  intimidar al rey moro  Zayd Abu Zayd, que se ve obligado a iniciar una política de apaciguamiento: se compromete al pago de un quinto de sus rentas de Valencia y Murcia, a cambio de la paz.

Por como se comportaban ante las convocatorias, ya se veía que las cosas no estaban  claras entre el rey y sus vasallos aragoneses. Existía, sin duda,  falta de coincidencia de intereses. Más que  la cuestión de ir contra los moros, se  discute el modo de llevar a cabo las campañas y  quién había de liderarlas y sobre todo cómo habrían de repartirse los beneficios.

Tan es así que en el viaje de vuelta desde Teruel hacia Zaragoza se encuentra el rey en Calamocha con una compañía de sesenta caballeros capitaneados por D. Pedro Ahones, hermano del Obispo de Zaragoza y cabeza de la liga que se había formado contra él. 

El rey reacciona pidiéndole a don Pedro que le acompañe una parte del camino para hablar de los asuntos que les tienen enfrentados. De mala gana accede don Pedro, que le acompaña sin embargo hasta Burbáguena.  


Allí se detienen en una casa de templarios y entran por fin en materia. Don Jaime le echa en cara el haber tenido que aceptar una simple tregua mientras que hubiera sido posible, con su colaboración, una buena cabalgada en tierra de moros. No obstante lo que le pide el rey a don Pedro es que una vez acordada la tregua no cruce la frontera por su cuenta pues eso sería quebrantar la promesa y la palabra del rey. Don Pedro no se amilana y le responde que precisamente van en expedición hacia la frontera y que ya han hecho grandes gastos él y su hermano el obispo y que ya no pueden volverse atrás. En este punto se desata la cólera de don Jaime que le dice que queda preso. Don Pedro hace ademán de desenvainar la espada y es entonces cuando llegan a las manos. Los acompañantes de don Pedro le ayudan a desasirse, pues el rey  había conseguido reducirle a pesar de ir desarmado. Rápidamente don Pedro y los suyos montan sus caballos y huyen en dirección hacia  el castillo de Cutanda. 


D. Jaime consigue  un caballo y junto con algunos de los suyos, entre los que está don Blasco de Alagón,  cabalga en persecución de don Pedro. Después de un largo trecho, don Pedro viendo su caballo fatigado decide esperar a sus perseguidores y hacerse fuerte en un cerro junto con otros veinte o treinta hombres. Al verlos, don Jaime se arroja contra ellos al grito de ¡Aragón, Aragón!  Esta invocación le resulta providencial  pues los caballeros que acompañan a don Pedro huyen, dejándolo solo con su escudero. Se produce entonces un desenlace no esperado. Uno de los acompañantes de don Jaime le arroja su lanza a don Pedro, hiriéndolo de muerte. Esto contraría tanto al rey  que incluso detiene a don Blasco, que pretendía rematar al herido,  que de todas formas muere sin remedio, a lomos de su caballo ya camino de Burbáguena.



Bien sea por un cálculo consciente, o más probablemente  por una inclinación natural de su personalidad, - tiene entonces sólo diecisiete años -  el rey es magnánimo  en los asuntos del entierro de don Pedro. Junto con los suyos lleva los restos hasta Daroca y allí organiza un entierro solemne en Santa María la Mayor.

II 

Don Jaíme no cede.


No sirvió de mucho el gesto de don Jaime, enterrando con honores a don Pedro Ahones, pues a la muerte de don Pedro, le sigue una guerra civil en Aragón.

Este es un mal conflicto. Poco tienen que ganar ni uno ni otro bando, si el asunto no se resuelve de forma rápida.



El conflicto tiene su origen en el modo en que se había constituido el reino. La corona de Aragón es el resultado de la unión por matrimonio del antiguo reino de Aragón con el Principado de Cataluña. El reino de Aragón se había extendido a partir de un núcleo de resistencia que se hizo fuerte en Jaca frente al invasor musulmán en el siglo IX. Este núcleo tiene un carácter netamente hispano y se considera a sí mismo heredero de la monarquía hispánica visigoda. Por el contrario, el Principado tiene su origen en la Marca hispánica, territorio de salvaguarda de las fronteras del reino franco establecido por Carlomagno según su costumbre.



Ambas tradiciones tienen conceptos distintos sobre el tipo de relación que debe regir entre los reyes y sus vasallos. En Aragón, esta relación es más próxima a la tradición germánica. El rey está a la cabeza del reino como resultado de un pacto. Los súbditos tienen obligaciones pero también derechos que se plasman en los Fueros que se encarga de hacer cumplir una figura especial, el Justicia. 



En la Marca las cosas son distintas. Desde los tiempos de Carlomagno los reyes francos habían tenido la voluntad de heredar el imperio romano occidental. Esta herencia implica la asimilación de un poder central fuerte. En la Marca Hispanica, el conde de Barcelona es la suprema autoridad y ejerce tanto el poder de legislar como el poder de juzgar. 



Unida la Marca a la Corona de Aragón, son precisamente los príncipes de Cataluña los que se convierten en reyes del nuevo reino unido y tratan de imponer su forma de gobernar a todo el conjunto.



No es de extrañar que los nobles aragoneses, a la vista de las pretensiones del joven rey don Jaime, traten, desde un principio, de hacerle comprender sus intenciones de seguir conservando cierta autonomía en la organización de sus campañas contra los moros, tal como habían venido haciendo hasta entonces. 

El episodio que acaba con la muerte de don Pedro Ahones, pone de manifiesto estas desavenencias de fondo. La invocación del nombre de Aragón desconcierta a los nobles que acompañan a don Pedro en el momento mismo del cuerpo a cuerpo; no obstante, ya cada uno en su casa, fríamente, no ven más salida que la de las armas para hacer valer su forma de entender el poder de la corona.


El conflicto hubiera podido acabar con la retirada del rey, en el caso de que la oposición fuera unánime y el carácter del rey no lo suficientemente fuerte. No se daba aquí ni lo uno ni lo otro, y algunos señores de importancia se colocan del lado de don Jaime. 

Así las cosas, visto que el rey no cede, y siendo lo sensato no prolongar más una lucha fraticida, se necesita un mediador. Este papel recae, de forma casi natural, en el alto clero.

Realmente, esta solución favorece al rey, ya que un bando se debe conformar con la ausencia de represalias, mientras que el otro puede obtener algún compromiso de fidelidad, o al menos, de no oposición a los proyectos que se aprueben en Cortes.


Con todo, el conflicto se prolonga hasta bien entrado el año 1227. El 22 de marzo se firma la concordia en Alcalá del Obispo. El rey y sus aliados, por un lado, y las facciones de barones por otro, consiguen llegar a un acuerdo favorecido por el Arzobispo de Tortosa, que actúa bajo la tutela del Papa.




La concordia abre por fin las puertas a las grandes empresas conquistadoras del rey

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III

Don Blasco va por libre




Al acuerdo con sus vasallos, se une un golpe de suerte. Se produce por estos meses la descomposición política del Sharq al-Andalus, esto es, el territorio este del al-Andalus, formado por las kuras de Murcia, Játiva y Valencia. Como consecuencia, se produce la proclamación de Ibn Hud en 1228 como emir en Murcia, reconocido por los arraeces de Alzira, Xátiva y Denia. Por si fuera poco Zayyan, un nieto del rey Lobo, aprovecha el descrédito que el pacto con el rey Jaime le había traído a Zayd, y se subleva en Onda. Consigue después ocupar Valencia, lo que obliga a Zayd a refugiarse en Segorbe y pedir ayuda a don Pedro Fernández de Azagra que le exige a cambio la entrega de Bejís y otras tierras del alto Turia. A pesar de este apaño, Zayd se siente poco seguro frente a Zayyan y pide ayuda al propio don Jaime, con el que ya había tenido tratos anteriormente. Esta vez sube su oferta. Zayd se compromete al pago de la cuarta parte de las rentas de los territorios que lograse recuperar y pone como fianza algunos castillos. El pacto se firma en Calatayud el 20 de abril de 1229. El acuerdo incluye la declaración de Zayd Abu Zayd como vasallo del rey de Aragón.



Poco desarrollo puede tener este pacto, pues ni la ayuda de Aragón es mucha, ni Zayd es capaz de recuperar por sí mismo el control del reino de Valencia que está en su mayor parte en manos de Zayyan. Su control se reduce a Segorbe, Almenara, Nules, la sierra de Espadán y poco más. Ciertamente Zayd es muy aficionado a solucionar todos sus problemas mediante pactos y es muy proclive también a sustituir unos por otros. Zayd habia empezado su trayectoria de gobernador de Valencia pactando con Fernando III de Castilla, pacto que no tiene inconveniente en romper al reconocer después al califa de Sevilla. Este segundo pacto con Jaime I no será el último, pues a este le seguirán un tercer y cuarto pactos.





Don jaime tiene, no obstante, puesta ahora su atención en otro foco. A finales del verano de 1229, el cinco de septiembre, parte de Salou, Cambrils y Tarragona una expedición de 150 naves hacia la ciudad de Palma en Mallorca, que se rinde tras un duro asedio de tres meses. El resto de la isla le sigue sin apenas resistencia. Esta vez la campaña es una empresa netamente catalana que sólo cuenta con algunos caballeros aragoneses. El rey se había asegurado el dinero necesario para la flota por medio de un acuerdo de las cortes catalanas reunidas en Barcelona el año anterior que le asignó el subsidio correspondiente a la recaudación del impuesto del bovaje.


No es sorprendente el apoyo de las Cortes a la campaña de Mallorca, habida cuenta de que fueron precisamente los mercaderes de Barcelona, Tarragona y Tortosa, los que habían pedido ayuda al rey para acabar con las agresiones de los piratas musulmanes mallorquines. El problema les pareció tan grave que la petición de ayuda incluía la oferta de sus naves comerciales para formar la flota. Los barones catalanes, por su parte, no se ven directamente concernidos por el problema de los piratas, ya que sus intereses están a resguardo de la costa, pero algunos aceptan participar a cambio de botín y tierras.

A pesar de su impaciencia, el rey tiene que esperar hasta el verano de 1232, cuando ya la conquista de Mallorca está dominada, para dar el primer paso definitivo en la empresa valenciana. Este año se reúne en Alcañiz con don Blasco de Alagón y el maestre de la Orden del Hospital. El papel del maestre es aquí de introductor. Don Blasco había pasado los dos últimos años alejado, en tierras valencianas, sirviendo a Zayd en una especie de destierro después de las luchas civiles en las que a don Jaime le llegaron malas informaciones sobre las intenciones de don Blasco y las relaciones entre ambos se habían enfriado. Esta es la razón por la que la presencia del maestre como mediador es importante. Por un lado, don Jaime había tenido desde muy pequeño relación con las órdenes militares al haber sido educado por templarios en el castillo de Monzón. Por otro, don Blasco pertenecía a la orden del Hospital, el maestre era pues un intermediario válido para ambos. Expone el maestre que la desconfianza en don Blasco es injustificada, que durante la guerra civil se comportó lealmente y que fueron enemigos de ambos los que les enfrentaron con maledicencias. Añade que don Jaime debía saber muy bien, porque se había educado en los valores del temple, que hay cuestiones más importantes que las personales y que ganar las tierras valencianas para la causa cristiana era sin duda una de ellas, y que para ello era fundamental la ayuda de don Blasco pues conocía cosas de gran interés.


Lo que don Blasco aporta precisamente en esta reunión es su alto conocimiento sobre las interioridades del reino valenciano. Cuenta lo fértiles que son aquellas tierras, la gran cantidad de alimentos que de ellas se pueden obtener y los ejércitos a los que se puede alimentar, la bondad del clima y su situación estratégica en el Mediterráneo. No obstante, De lo que se trata como tema principal es de fijar una estrategia que supere las improvisaciones de las campañas anteriores. No es posible una conquista sistemática del territorio y se presenta como mejor táctica ganar alguna plaza concreta de importancia que sirva como cabeza de puente, si es posible, en el llano.


Don Blasco, en cualquier caso, se ve a sí mismo, más como aliado que como vasallo. Su relación con Zayd es una baza con la que cuenta para tomar sus propias iniciativas de conquista. Don Blasco sabía de la debilidad del gobierno musulmán de Morella. A pesar de la apariencia externa inexpugnable, sabía don Blasco que la moral de resistencia en el interior de las murallas no era muy fuerte. Sobre la base de esta información decide acometer él solo la toma de la ciudad. 




IV 

Don Blasco toma Morella y el rey tiene que mover ficha




Muy buena era ciertamente la baza que tenia don Blasco para la toma de Morella. Tenía una quinta columna dentro de las murallas. Los hijos de Abu Zayd, que estaban en la ciudad, tenían compromisos muy fuertes con él, como resultado de haberles salvado la vida con ocasión de sus luchas internas cuando don Blasco estaba a su servicio en Valencia. Cuando ven llegar las tropas a las inmediaciones de las murallas salen a su encuentro en son de paz. Ofrecen dinero y rehenes a don Blasco para que se retire, pero éste los rechaza. Los infantes moros se ven entonces en la encrucijada de pagar sus deudas de honor con una traición abierta, o luchar. Lo que hacen es pedir una pequeña tregua para pensar su solución. Le piden a don Blasco que espere unos días hasta que sean capaces de prepararle la entrada en Morella. Una luz en las almenas es la señal convenida.





Tras unos días de paciente espera, la señal se produce y don Blasco entra en Morella por la puerta de Ferrisa, un día de octubre de 1232.




La toma de Morella sorprende grandemente a don Jaime. Bien era verdad que en Alcañiz había acordado con don Blasco que podría quedarse con aquellos castillos que conquistase. Pero Morella era una gesta demasiado importante. Tan importante que la conquista de Valencia podía quedar en manos exclusivamente de don Blasco que era al fin y al cabo un noble aragonés. Si bien no podía enfrentarse con él, tenía que marcarle los pasos si quería que la conquista fuese una empresa de la corona y no de tal o cual noble aragonés por más importante y más amigo que éste fuera o pareciera.


No podemos nosotros ahora saber con certeza si don Jaime decide tomar el castillo de Ares para confinar a don Blasco en los puertos de montaña, cerrarle el paso hacia el sur y dejar la franja costera expedita para que por ahí pueda avanzar con medios enteramente suyos; o bien la plaza de Ares ya había sido tomada cuando el rey se entera de lo de Morella. El caso es que decide ajustar cuentas con don Blasco personalmente. Desde Albarracín se dirige hacia el recién conquistado castillo de Ares, pero no es allí donde llega sino a las inmediaciones de Morella, donde con algunos acompañantes se las arregla para tener un encuentro con don Blasco.


El episodio se desarrolla en lo más crudo del invierno, en los días que preceden al día de Reyes. Jamás habían pasado don Jaime y los caballeros que le acompañaban, tanto frío y tanta hambre, a la espera de que don Blasco se decida a salir del castillo. El padre Rabasa, que cuenta esta gesta como cronista de Morella, dice muy expresivamente, que estaban con el cuerpo arrecido de frío, y de coraje, el alma negra. Tanto hablar de la fertilidad de las tierras valencianas cuando lo que tenia que haberle contado es la debilidad de Morella para que la ganara él como rey de Aragón. Definitivamente las palabras del maestre habían sido demasiado blandas con don Blasco. 


El encuentro finalmente se produce. Algunos hombres de don Jaime consiguen abordar a Don Blasco y le conminan para que se presente ante el rey que se encuentra guarnecido del frío en una cueva de los alrededores. Don Blasco no tiene más remedio que acceder y después de unos momentos en los que la conversación es tensa, el encuentro resulta al final más o menos satisfactorio para ambos. Acuerdan que don Blasco entregará la plaza al rey pero que éste luego se la entregará de nuevo como vasallo y tendrá el poder efectivo sobre ella.


El siete de enero de 1233 don Jaime entra con todos los honores en Morella. A partir de este día don Blasco de Alagón se quedará por estos lugares, con muy poca dependencia del rey, pero dejando la conquista de Valencia para don Jaime.


La toma de Burriana





Resuelto el asunto de Morella, el rey llega a Ares, donde está poco tiempo. Desde allí regresa a Aragón.



Ahora ya ha visto claro que don Blasco tiene razón cuando dice que la clave de la conquista de Valencia está en Abu Zayd. Ya no hay duda, sobre todo, después de que sus hombres dijeran haber visto al mismísimo Abu Zayd junto con don Blasco, en Morella.



Abu Zayd tiene el control de Segorbe y, por lo tanto, es por esa vía por la que hay que entrar. Además la ruta hacia Segorbe parte de Teruel y son los caballeros de Teruel los que gozan de la mayor confianza del rey, después de que fueran ellos los que habían ganado la plaza de Ares para él.

En la bajada hacia Segorbe está Jérica. No controlada por Zayd y por lo tanto hostil. No queda más remedio que ganar la plaza.


A estas alturas ya tienen la táctica clara para este tipo de enclaves. Hacen una tala sistemática de los cultivos de los alrededores, dejan el campo despejado y las cosechas arruinadas.


No hay tiempo, sin embargo, para entretenerse en Jérica. Parte del ejército cristiano ha llegado ya a las inmediaciones de Sagunto y está en dificultades. Don Jaime se reúne con ellos, y una vez todos juntos, se dirigen a su objetivo: Burriana.


Burriana es ese enclave del llano del que tanto se habló en la reunión de Alcañiz. Por fin parece que se van a cumplir los planes. Planes que no pillan por sorpresa a Zayyan, que controla Burriana y ha hecho preparativos para la defensa de la ciudad, la más importante al norte del reino.


La cosa apunta a que va para largo. Se inicia un bloqueo. Se reúnen fuerzas y se construyen máquinas de asalto. Las murallas son robustas y los cristianos se aplican en la construcción de una torre de madera que les permita sobrepasarlas.


Los moros, en una de sus salidas, consiguen destruirla.


Los ejércitos cristianos piensan entonces en ir a mayores. La conquista de Mallorca había tenido éxito gracias al ataque por mar. Entonces los mercaderes catalanes habían cedido sus naves, ahora, sin embargo, no estaban directamente interesados en la empresa. Si el rey las quería tenia que pagarlas. La corona no tiene suficiente dinero y pide fianza. Los asuntos económicos no son el fuerte del rey y las naves no aparecen.


Zayyan piensa que es su momento de pedir a los sitiadores que se retiren, y de hecho, algunos caballeros creen que es la mejor opción. Es el rey el que se empeña en seguir y defiende el proyecto ardorosamente. Él mismo se encarga de cuidar a don Bernardo Guillen cuando resulta herido y es él quien se pone en primera fila para parar las salidas de los moros.


Por fin, cuando ya nadie lo esperaba, una de las torres de la muralla se desploma. Es el punto débil por el que se intenta la entrada. No es fácil, la brecha es demasiado estrecha y son rechazados. Pero el sitio se va haciendo largo y los cristianos siguen recibiendo refuerzos. Vista la situación, los moros deciden capitular. Burriana se rinde, después de dos meses de sitio, en el mes de julio de 1233.


La toma de Burriana rompe el vínculo entre las tierras del norte y Valencia. El rey se hace fuerte en la ciudad, repara la muralla e inicia la conquista de los castillos de la sierra de Irta avanzando esta vez de sur a norte. Se rinde Chivert, se rinde Pulpis, y por fin se rinde Peñíscola. Esta plaza es la que mayor satisfacción le produce a don Jaime, pues allí se habían tenido los fracasos mayores al inicio de las campañas.


Con esto se da por concluida esta fase de la conquista. Un rey no puede estar mucho tiempo fuera de su reino. Desde Burriana regresa a tierras catalanas para seguir de cerca los asuntos de la corona.

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Historia del Rey de Aragón Don Jaime I, el Conquistador


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Hubo un tiempo...

- Tú, que has leído mucho, no me podías contar a mí, que soy viejo pero no he perdido la curiosidad, algunas historias sobre este valle en el que he vivido desde que nací.

- Lo normal es que sean los viejos los que cuenten historias a los jóvenes, pero es verdad que esas historias son sobre cosas que les pasaron en su vida, y tú, lo que me imagino que quieres, es que te cuente cosas más antiguas.

- Eso es, quiero que me cuentes cosas muy antiguas.

- Esta bien, empezaré por el principio.


Hubo un tiempo en el que las sociedades humanas se volvieron más jerarquizadas. Un tiempo del que provienen las diferencias entre unos y otros. No las pequeñas diferencias, sino las grandes.

Aquello sucedió en algunos lugares de los territorios que se sitúan en el entronque entre África,  Europa y Asia, el Creciente Fértil, durante los milenios cuarto y tercero antes de Cristo.

EL CRECIENTE FÉRTIL
En las cuencas de los ríos  Nilo,  Eufrates y Tigris, algunos grandes hombres organizaron obras gigantescas con el fin de de controlar las crecidas  y aumentar con ello la cantidad de alimentos disponibles.

Aquellos que organizaron estas obras fueron acumulando poder e influencia, al mismo tiempo que se iba generando  el  poder mismo. Con el tiempo, y tras no muchas generaciones, el poder quedó completamente establecido en pocas manos y sobre mucha gente. Se habían creado con  ello los imperios agrarios de primera generación. 

- Si algún día te apetece puedes leer un relato más largo sobre este tema.

Como resultado de esta organización se logró producir mucho más de lo necesario para sobrevivir. Con los excedentes se inició un comercio, a distancias cada vez mayores, tanto  por tierra como  por mar. Estos excedentes permitieron también que algunos hicieran de la guerra su principal ocupación, liberados de su estricto afán por la supervivencia.

Pueblos enteros fueron especializándose en una u otra de estas cosas, o en ambas: el comercio y la guerra. Micenas muy pronto, y más tarde Cartago y  Roma, tuvieron en el control de estas habilidades su capacidad de dominio.

Fuera de la cuenca del Mediterráneo, fuera de la influencia del mar, el poder siguió no obstante muy concentrado hasta tiempos más recientes, coexistiendo los imperios de primera y segunda generación.

- Me parece que no quería yo historias tan antiguas. Cuéntame cosas de moros y cristianos.

- Vale, entonces arrancaremos de menos atrás.

Ya en el siglo VII d. C.,  desde Arabia, tribus especializadas en el comercio terrestre ocuparon  los espacios del antiguo Imperio Persa. Desde Arabia y desde Mesopotamia se extendieron por la cuenca sur del mediterráneo y penetraron  a principios del siglo VIII en la península ibérica.  

En el siglo XIII, después de la batalla de las Navas de Tolosa, parece que se las cosas están preparadas para ganar terreno... 

- Con eso llegamos a cuando Jaime I conquistó Valencia, y le rindieron los castillos de este valle. 


                                                              COMENZAR CON EL PRIMER RELATO

jueves, 15 de mayo de 2014

RELATOS CÓNICOS. PUNTO DE VISTA CON HORIZONTE VARIABLE





 PUNTO DE VISTA



Un relato con punto de vista fijo es aquel en el que se ha elegido el lugar en el que confluyen los acontecimientos. Un relato con horizonte variable, es el que se da a sí mismo libertad para elegir  desde dónde y  desde cuándo se inicia  cada línea de sucesos.

Estos relatos son historias muy sencillas sobre cosas que sucedieron en los territorios situados en el Mediterráneo occidental.