domingo, 28 de septiembre de 2014

Ocupando el antiguo valle del oso después de la rendición de los sarracenos ante don Jaime

lapothoLa rendición de los sarracenos en la cuaresma de 1238, deja las cosas muy parecidas a como eran antes de la conquista. Que sea una rendición  y no una derrota hace posible el pacto, y sobre todo, lo que da es el derecho a los sarracenos de quedarse en el valle.

En esos primeros momentos lo único que realmente le importa a don Jaime es el control del castillo, y por eso, la misma tarde de la rendición sus hombres se ocupan de comprobar que no hay ninguna guarnición allí arriba, tal como le habían asegurado los ancianos durante la comida. El castillo, le habían dicho, no tiene caid ni hombres de Zayyan que lo guarden. Somos nosotros quienes nos ocupamos de él, y por lo tanto podemos rendirlo.

El castillo de Almenara, que se había rendido hacia poco, sí tenía una guarnición, y por eso habían tenido que pactar la rendición con el consejo de ancianos y con el caid.

De todas formas, a pesar de la palabra de los ancianos del valle, don Jaime no subió en el primer grupo. Solamente cuando comprobaron que no había nadie se reunió con los demás.
Con el castillo en su poder poco más había que organizar allí.

Sin embargo, apenas diez años después, se producen los levantamientos. Primero en el sur del reino, y después aquí en la sierra de Espadán.

Los levantamientos son sofocados, pero la situación ya no es la misma. Hay expulsiones y por lo tanto hay que pensar en cómo se cubren los huecos dejados. Hay que pensar en la repoblación y en que si hay nuevos levantamientos, éstos no afecten a los enclaves estratégicos.

Después del levantamiento, don Jaime y sus hombres convienen en que Valencia no puede quedar desconectada de Tortosa, pero también en que Burriana debe quedar salvaguardada de la sierra de Espadán en el caso de que se produzcan allí problemas.

Para ambas cosas van a servir los nuevos asentamientos que se fundan formando un cinturón protector y cubriendo el territorio entre Almenara y los dominios de las órdenes militares. Así nacen Nules, Villarreal y Castellón.


El valle del oso queda fuera de este esquema y disponible para ser entregado en régimen de señorío para cumplir con algún compromiso adquirido por el rey. 

lo cierto es que don Jaíme había tratado de repartir las tierras conquistadas procurando evitar la concentración en pocas manos. Ya en los primeros años, que se le adelantara don Blasco en la conquista de Morella, le causó gran preocupación. Bien estaba que don Blasco se quedase con Morella, pero ese caso especial no debía servir de ejemplo.

Desde incluso antes de iniciarse la conquista venían los compromisos con el obispo de Tortosa. Los nuevos asentamientos podían de algún modo cubrir esos compromisos. Esepcialmente ilusionado estaba el obispo con la fundación de Nules, que le parecía asegurada el límite sur de la dióceisis. 

Con las órdenes militares del Temple y del Hospital había cumplido dejando bajo su control los territorios fronterizos del  norte del reino conquistado. Pero había otros muchos caballeros que habían estado con él en los momentos más duros y merecían  recompensas.






domingo, 7 de septiembre de 2014

La estrategia de don Jaime para conservar Valencia

Aún no habían pasado diez años desde la conquista de Valencia, cuando se inició una revuelta en el sur del reino liderada por Al-Azraq. 

Don Jaime estaba ausente tratando de resolver las cosas de Navarra y estaba además en guerra con su yerno el rey de Castilla, y esa fue la ocasión que aprovecharon para levantarse.

Durante el verano de 1247, los musulmanes levantados se apoderaron de algunos castillos, que retuvieron, hasta que en diciembre fueron sofocados. Como represalia,  se decretó la expulsión de muchos de ellos.

A pesar del fracaso de los del sur, en enero del año siguiente se levantan los musulmanes de la sierra de Espadán. También esta rebelión es sofocada y acaba con la expulsión de muchos musulmanes en Sagunto, Almenara y Segorbe.

La consecuencia más inmediata es la decisión de fortificar más los castillos, pero se toman también decisiones más estratégicas.

La conexión entre la ciudad de Valencia y Tortosa no puede perderse, pase lo que pase. Para ello, aunque hubiera una revuelta en la sierra, debe quedar garantizado el control de los caminos que unen Valencia con las tierras catalanas.

La forma en que don Jaime y los hombres que le aconsejan pretenden conseguir este propósito es la fundación de asentamientos  importantes en la plana del rio Mijares, estratégicamente colocados, protegiendo los antiguos caminos romanos que la cruzan de norte a sur.

Los lugares elegidos son Moncofar, Nules, Villarreal y Castellón; en los que ya existen algunas alquerías. Salvo en el caso de Nules, para el que se elige una ubicación totalmente nueva.

Es una gran empresa para la que hacen falta apoyos. Uno de los principales es el del obispo de Tortosa.

Ya en 1225, el obispo de Tortosa había sido uno de los impulsores más entusiastas de la conquista de Valencia por lo que tenía de recomposición de la antigua diócesis visigoda. Ahora se trata de garantizar que no se pierda lo conquistado, y es precisamente la antigua diócesis, que llegaba según la tradición que tenían por buena, hasta Almenara, la que queda especialmente defendida con este proyecto.

El interés del obispo se centra sobre todo en la fundación de Nules. La forma de demostrarlo fue la renuncia a la mitad del diezmo que le correspondía, en favor de Guillem de Montcada, que habría de ser el señor del nuevo asentamiento.

El proyecto requería por supuesto de nuevos pobladores, que vinieron sobre todo de tierras catalanas, amparados bajo las condiciones que fijaban las cartas pueblas. 

Pero hacían falta también maestros de obras, administradores y notarios. Había que distribuir las tierras pero también de dónde y cómo habría de venir el agua y dónde los molinos y todos los demás adelantos que ya se tenían en las ciudades de aquel tiempo. Un trabajo de muchos años. que durará más que la vida del rey don Jaime.

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domingo, 31 de agosto de 2014

Ocupando el territorio tras la conquista de Valencia. Los señoríos del nuevo reino


Las tensiones entre don Jaime  y los señores aragoneses venían de lejos. Conquistada Valencia, parecía que todo iba a ser más fácil ya que de lo que se trata es de repartir bienes, pero eso no significa que no se mantuvieran las diferencias. 

Los señores aragoneses se sitúan en el interior, los catalanes, en tierras y ciudades de realengo en el litoral; y la población mudéjar, en diversos enclaves, sobre todo en las zonas más pobres, después de diversos reasentamientos fruto de sus revueltas y expulsiones.

Para complicar las cosas, don Jaime tenía una serie de compromisos con las órdenes militares del Temple y del Hospital, que colaboraron en la conquista, y con el obispo de Tortosa porque la conquista era para don Jaime una recuperación de la antigua diócesis visigoda.


Con todo esto, acabara resultando un reparto, en el que se van conformando los señoríos. Pero qué es el señorío y qué significa ser señor en el Reino de Valencia.

En el señorío pueden distinguirse dos elementos aunque se trata de una unidad indivisible. el jurisdiccional y el territorial.

El elemento jurisdiccional del señorío  le otorga al señor la facultad de juzgar y gobernar, así como percibir ciertos derechos económicos inherentes a la jurisdicción.

En los primeros tiempos los señores tienen sólo el derecho a juzgar causas civiles, no criminales. Algo que cambiaría después acumulando el derecho de juzgar también causas criminales.
  
Los señores tenían derechos económicos de dos tipos.

Por un lado, el Diezmo sobre la agricultura, la  ganadería y la pesca, que había sido un derecho propio del rey, otorgado por el papa a Jaime I para financiar la reconquista, pero que se había trasladado a los señores.

Por otro lado, los monopolios o regalías, las "banalites", también facultades reales enajenadas, consistentes en el monopolio de establecimiento de ciertas industrias, servicios o infraestructuras.

Se pagaba por pasar las aduanas, ya que el señorío era como un estado, un estado señorial; por derechos de puertas en los núcleos amurallados; Sisas: una forma de impuesto en la que al aplicarse no aumentaba el precio, sino que disminuía la cantidad. También Derechos sobre la circulación de personas y bienes: pontazgos, peajes viarios, barcajes; derechos de pastos a los ganaderos y otros por la utilización del bosque o tierras yermas, a madereros, carboneros, apicultores, etc. Había también derechos
por el uso de servicios o actividades, como la tienda, hostales, tabernas, hornos y panaderías. Derechos por el uso de artefactos agrarios como los molinos,  empleados para moler grano, yeso, o mover batanes textiles, las almazaras, las prensas de vino y lagares.

Normalmente el señor arrendaba el cobro de sus derechos por diezmos y monopolios. El grupo de rentas derivadas de los monopolios o regalías eran las más importantes del elemento jurisdiccional. Juzgar y gobernar también daba dinero (multas, etc.), pero tenían una costosa administración, autofinanciándose raramente.

En el Reino de Valencia no había reservas o tierras de explotación propias del señor, sino solamente a nivel testimonial, la huerta del señor y el castillo o la casa. En suma, sus propiedades plenas eran escasas.

Todo lo demás lo cedía a sus vasallos mediante una fórmula distinta al arrendamiento o la aparcería. El arrendamiento era un tipo de contrato poco atractivo para alguien que va a repoblar un territorio más o menos lejano, por lo que se estableció una fórmula más estable: la enfiteusis.

La enfiteusis es una relación contractual que comprende un derecho de propiedad o derecho real, que no es completo, sino subsidiario, cuyo ejercicio tiene que reconocer otro derecho de propiedad superior, el del señor.

El derecho de propiedad que tiene el señor se llama dominio directo, y el derecho de propiedad que tiene el vasallo se llama dominio útil.  Juntos forman el derecho de propiedad plena.

En el Reino de Valencia todas las enfiteusis eran perpetuas sin límite temporal.

Por su parte el dominio directo facultaba al señor a exigir al amo útil ciertas prestaciones.

Pagos anuales en metálico, los censos. Pagos en frutos o especies, fijos (un cierto número de cahices, etc.), o lo que era más corriente, proporcionales,  particiones de frutos. El Lluisme, que era una cantidad a pagar al señor por cada transmisión ínter vivos del dominio útil por donación o compraventa. El Derecho de Fadiga, o tanteo, que deshace la venta antes de hacerla, por lo que es diferente del retracto, que deshace la venta después de hecha esta. El Derecho de Comisio, por el que el señor podía quitar el derecho útil al vasallo, si no cumplía sus obligaciones, como por ejemplo pedir permiso para las trasmisiones ínter vivos. En caso de conflicto, señor y vasallos podían acordar una “concordia” y revisar notarialmente la relación entre ambos.

En la enfiteusis, el vasallo debía declarar al señor todas sus propiedades y derechos, que se recogían en un documento notarial, el capbreu, para ir recogiendo los cambios de propiedad del dominio útil, las trasmisiones y la extensión de los cultivos.  

Todo esto generaba una relación entre señores y vasallos  en la que había muchas cosas sobre las que discutir. Los vasallos podían acudirá a la ley para defender sus derechos y podían también organizar revueltas. El señor tenía que calcular hasta dónde podía llegar en sus exigencias para no provocarlas. 

martes, 26 de agosto de 2014

El factor desequilbrante en los hechos de armas fueron los almogavares

Cuando una situación de guerra se prolonga durante mucho tiempo, en los territorios de frontera es muy difícil llevar una vida normal dedicada a la agricultura o a la ganadería. Fuera del refugio de las ciudades se está siempre en peligro de que las incursiones enemigas se lleven el trabajo de meses en un solo día, o peor aún, que se lleven rehenes o que se produzcan bajas.

Esto es lo que sucedió durante mucho tiempo en las zonas de frontera entre sarracenos y cristianos en el noreste de la península ibérica.

En estas circunstancias, las gentes más rudas fueron dedicándose cada vez más al saqueo del otro lado de la frontera. Una vida relativamente más fácil que la de cultivar o cuidar ganado, puesto que en pocos días se conseguía un botín que podía durar meses.

A medida que la frontera fue bajando, se fueron incorporando a este modo de vida más y más serranos de las montañas de Aragón y Cataluña, y acabaron teniendo un nombre: los almogávares.

Al ser muchos ya se les podía localizar y pactar con ellos recompensas y botín a cambio de pelear por alguna causa.

En tiempos de la conquista de Valencia ya se pudo formar con ellos una compañía especialmente belicosa.

Incluso antes ya se tenía un imagen bastante definida sobre ellos.

Estas gentes que se llaman Almogávares no viven más que para el oficio de las armas. No viven ni en las ciudades ni en las villas, sino en las montañas y los bosques, y guerrean todos los días contra los sarracenos: y penetran en tierra de sarracenos una jornada o dos, saqueando y tomando sarracenos cautivos; y de eso viven. Y soportan condiciones de existencia muy duras, que otros no podrían soportar.

Que bien pasarán dos días sin comer si es necesario, comerán hierbas de los campos sin problema. Y los adalides que los guían conocen el país y los caminos. Y no llevan más que una gonela o una camisa, sea verano o invierno, y en las piernas llevan unas calzas de cuero y en los pies unas abarcas de cuero. Y traen buen cuchillo y buena correa y un eslabónen el cinto. Y trae cada uno una buena lanza y dos dardos, así como una panetera de cuero a la espalda, donde portan sus viandas. Y son muy fuertes y muy rápidos, para huir y para perseguir; y son catalanes y aragoneses y sarracenos.

Su dedicación exclusiva a la guerra como forma de vida les hizo temibles en la lucha tanto por tierra como por mar.

Fueron ellos los que formaron las tripulaciones de las galeras que lucharon contra los franceses en las costas catalanas, y fueron ellos los que aniquilaron el ejército francés cuando este se retiraba cruzando los Pirineos mandados por Roger de Lauria.

Por eso cuando el conflicto en la casa de Aragón y la casa de Anjou  a cuenta de Sicilia se da por terminado, los almogávares se encuentran desubicados y sin una misión que cumplir. Tienen que recurrir a nuevas aventuras más hacia Oriente, pero eso está ya detrás de nuestro horizonte.


viernes, 22 de agosto de 2014

Finales del siglo XIII los catalanes entran en el conflicto entre el Papa y el Emperador


1238. La conquista de Valencia da grandes ánimos a las ansias expansionistas de los reyes de Aragón. La expansión por tierra no tenía cabida, pero si la expansión por el mar

De todos modos, las cosas no iban a ser fáciles. Ni se le iban a poner fácil los de fuera, ni dentro estarían todo tan ordenado como sería de esperar.

Don Jaime muere en 1276, pero ya venían arrastrándose, desde 1272, cuando hizo testamento, algunos conflictos entre herederos. La cuestión era si Mallorca debía estar subordinada o no al rey de Aragón. Esto no sólo era de la incumbencia de los directamente interesados, sino que preocupaba también al rey de Francia, y por lo tanto al papa sobre el que tenía gran influencia. Francia no quería reinos demasiado fuertes alrededor.

El caso es que en primera ronda es el rey de Aragón el que consigue que el de Mallorca, su hermano, sea su vasallo. El asunto se formaliza con el tratado de Perpiñan en 1282.

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Pero el juego se jugaba a muchas bandas.

El papa había colocado en Sicilia a Carlos de Anjou, un hermano del rey de Francia, para contrarrestar el poder del sacro Imperio en Italia. Este conflicto entre el papa y el emperador es el conflicto marco en el que se contextualizan todos  los demás.

El elegido por el papa no resulta del agrado de los sicilianos, y para librarse de él piden ayuda al rey de Aragón, después de un intento fallido que acaba con el candidato al trono degollado en la plaza de Nápoles.

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El lunes de pascua de 1282 parecía un día tranquilo pero acabó con dos mil muertos, y quizás otros dos mil en las semanas siguientes. A aquello se le conoció como las Visperas Sicilianas.

Después de estos hechos, el papa y los franceses retoman el control de la situación, pero los gibelinos se ven fuertes y deciden llevar las cosas más lejos. Algunos de ellos se desplazan hasta el norte de África donde está  Pedro el Grande, rey de Aragón y Valencia y príncipe de Cataluña, para ofrecerle la corona de Sicilia.

El asunto se resuelve en un día: Pedro el Grande desembarca el 29 de agosto y entra en Palermo el 30.

El papa y el rey de Francia ven claro que la mejor defensa es un ataque y deciden ir contra Cataluña.

Entonces aparecen todos los conflictos locales. Los aragoneses no apoyan a los catalanes y el rey de Mallorca quiere aprovechar la ocasión para liberarse del vasallaje de su hermano.

El rey Pedro consigue apresar a su hermano Jaime, pero éste consigue escapar y deja paso libre a los franceses por el Rosellón que es un territorio suyo. La línea de defensa se coloca entonces en los Pirineos.

En 1285 los franceses se deciden a pasar los Pirineos por la Masana para dirigirse a Gerona. Gerona es sitiada por hambre pero resiste.

Los franceses tienen ejército suficiente para mantener el sitio de Gerona y a la vez ir ocupando distintas plazas. En Besalú, los bandos se encuentran y los almogávares del rey Pedo son masacrados. Parece que el final de la guerra está cerca.

Pero queda una baza fundamental. Los catalanes son fuertes en el mar.

La primera estrategia es cortar el suministro desde Francia a sus ejércitos, que se hace en galeras que desembarcan en el litoral catalán. Para ello los dos almirantes catalanes reclutan corsarios y civiles con experiencia. Consiguen armar once galeras. Cada una de ellas con 300 remeros, que son esclavos o delincuentes, la chusma; y ciento cincuenta marineros y militares, en cubierta.

Avisados de que un grupo de 25 galeras francesas está en Rosas, las once galeras catalanas parten a su encuentro que se produce el 28 de julio.

Los franceses tratan de cercar a las galeras catalanas formando un arco, pero éstos en vez de formar un grupo para defenderse, se alinean en dos filas que se dirigen directamente hacia la nave capitana enemiga remando con todas sus fuerzas.

El choque se produce y en el abordaje se ve la experiencia de los corsarios ganada en las costas sicilianas y del norte de África. El almirante francés es capturado y también siete galeras.

A los prisioneros los concentran en dos galeras, les atan a los mástiles y las hunden.

Con esta acción los franceses necesitan recomponerse y los catalanes van ganando tiempo. El tiempo que necesitan para que lleguen las naves desde Sicilia comandadas por el almirante Roger la Lauria.

Llegadas a Barcelona el 25 de agosto de 1285, sin tiempo para reponerse, se organiza la encuentro con las armada francesa.

Las cuarenta galeras catalanas con 15.000 hombres se agazapan detrás del cabo de Planes a la espera de las galeras francesas. Es casi de noche cuando el almirante, desde un islote de las islas Formigues, las ve aparecer. Son ochenta y cinco.

El almirante de los catalanes ordena esperar, y antes del amanecer enciende el fanal de proa, todas las demás galeras le siguen. Suenan los tambores y reman a vida o muerte. Consiguen llegar hasta el centro de la formación francesa y se inicia una cruenta lucha que dura varias horas.

A media mañana, la batalla está resuelta. La costa cercana queda llena de cadáveres y de restos de las embarcaciones.

Tampoco esta vez hay compasión para los prisioneros.  A los malheridos los atan a una cuerda que es estirada por una galera, ahogándolos a todos.

Sólo los que tiene aspecto de poder pagar rescate se salvan.

Después de la batalla las naves catalanas se dirigen al puerto de Rosas  para atacarlo. De vuelta recupera Cadaqués.


El regreso a Barcelona es triunfal y las fiestas para celebrar la victoria duran ocho días.


Las moscas protegen Gerona




A pesar de la victoria de las galeras catalanas en las islas Formigues el 28 de agosto de 1285, la ciudad de Gerona no puede aguantar más el sitio al que la tenían sometida las tropas francesas, y después de tres meses de asedio se rinde el 7 de septiembre.


Pero la suerte no acompaña a los franceses, una epidemia se hace presente entre ellos e incluso el rey se ve afectado.

Por la ciudad corre el rumor de que la enfermedad se ha originado de forma sobrenatural.

Los franceses han profanado los restos del santo patrón, san Narcís, que estaban enterrados en la colegiata. Al trastocar los restos le han roto un brazo al santo y de éste han surgido unas moscas gigantes, con tonos negros, verdes y rojos. En el momento en que una de estas moscas picaba a un soldado o a un caballo, moría en el acto. Todo el mundo lo había visto: el santo protegía a los de Gerona a pesar de la cruzada declarada por el papa.

Tal es el desconcierto que los franceses se retiran, y en su camino de vuelta son forzados a adentrarse en los Pirineos, acosados por los almogávares. En sus ruta se ven obligados a cruzar por un puerto estrecho rodeado de fuerzas catalanas. El rey francés no tiene más salida que negociar una solución para él mismo, que logra pasar. Pero el resto de la tropa es aniquilado el 30 de septiembre.

Pedro el Grande no podrá disfrutar mucho tiempo de su victoria, muere el 11 de noviembre.

El rey francés muere el 5 de octubre.

Roger de Lauria y sus almogávares, sin embargo, seguirán saqueando durante años la costa francesa, acumulando un ingente botín que llevarán a Barcelona.


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jueves, 14 de agosto de 2014

La organización del territorio en los alrededores de Sagunto antes de la conquista

A finales del siglo IX, Sagunto todavía era una ciudad fortificada importante. Pero en la mitad del siglo siguiente, ya se la conoce  como Murviedro, de murus veteris, la de los muros viejos; lo que da una idea del estado ruinoso en el que se encontraban los vestigios romanos y la acrópolis.

En el siglo XI,  los geógrafos árabes se refieren ya solamente a la riqueza de las alquerías que rodean la ciudad, a que ésta tiene una mezquita principal y algunas menores, y a que está rodeada de olivos, viñedos y algunos frutales. A pesar de todo, sigue siendo el asentamiento más importante entre Valencia y Burriana.

Citan también la fortificación de Almenara, situada a cinco millas de Sagunto.

Repartidas por todo el territorio hay localidades pequeñas, qura, que son a veces un alquería, otras una aldea, o como mucho un pueblo pequeño, lo que no impide que algunas de ellas estén fortificadas, o estén cerca de algún castillo. Los castillos más importantes tienen un caid, que representa al soberano, que detenta el poder.

Algunos asentamientos tienen función administrativa, como centros recaudadores de impuestos y como enlace entre el campo y las ciudades. En el caso de los asentamientos de la sierra de Espadán, con Sagunto y Onda.

En el tiempo de la conquista por don Jaime, había un caíd en Almenara pero parece que no lo había ni en Uxó, ni en Castro, ni en Nules.

De lo que no hay duda es que los castillos son la base de la sociedad islámica rural. La fortificaciones son los puntos fuertes y elementos  de referencia del paisaje de esta época.

Con todo, lo más importante es la diferente percepción que de un castillo tienen un cristiano y un musulmán. Para un cristiano, un castillo es la residencia de un señor feudal que impone su voluntad a los habitantes del pueblo en el que se asienta. Para un musulmán  es una fortificación en la que refugiarse si se corre peligro.

Por eso, será la aljama de Uxó, el consejo de ancianos,  la que rinda el castillo ante don Jaime y no un intermediario que represente el poder musulmán. Sólo cuando un castillo tiene interés estratégico tiene un caid y una guanición que depende del sultán.

El castillo de Almenara, a diferencia de lo otros,  sí tiene interés estratégico, y cuando se rinde ante don Jaime, el caid y la guarnición negocian por un lado, y la aljama por otro, de forma independiente. 

La guarnición responde ante el sultán del castillo como pieza defensiva, pero la aljama tiene la capacidad para decidir  su rendición, renunciando o no a utilizar el entorno próximo al castillo como refugio.

A fin de cuentas, en cada territorio organizado alrededor de una fortificación que sirve de refugio, manda la aljama,  el consejo de ancianos, y la aljama responde ante el rey de Valencia pagando los impuestos. Cuando la fortificación es estratégica para el rey tiene una guarnición, y cuando no lo es,  la aljama se ocupa también de ella.


Territorios organizado de esta manera son Almenara, Nules, Castro, Uxó (para los musulmanes shun), Chovar, Azuebar, Soneja o Segorbe. Flanqueados por tres ciudades pequeñas: Sagunto, Burriana y Onda.


domingo, 10 de agosto de 2014

Ocupando el territorio tras la conquista de Valencia. La orden de Montesa.




La órdenes militares del Temple y del Hospital, aunque no habían destacado por su actividad militar ni su gran habilidad durante la guerra, habían estado permanentemente presentes durante todo el proceso de la conquista de Valencia, e influyendo en episodios clave de la vida de don Jaime. 

Después de la conquista, reciben una serie de territorios y señoríos, y su interés se centra en la repoblación y explotación de éstos.

Pero en el periodo de cambio del siglo XIII al XIV, se producen trasformaciones importantes en Europa. 

En la lucha por el control del papado, la balanza se decanta hacia Francia. Felipe IV, viéndose fuerte, aprovecha las circunstancias para disolver la orden de los Templarios. 

Jaime II de Aragón. Rey de Valencia 


Desde 1291 es rey de Aragón y rey de Valencia, Jaime II, que tiene parecidos intereses a los del rey de Francia y en cuanto puede trata de aprovechar la ocasión para adquirir los bienes de la orden procesada y fortalecer el poder real.


El Temple es disuelto en 1312. Jaime II, en parte por iniciativa propia y en parte porque se lo pide el rey de Francia, sigue los pasos de éste.


Lo que no quiere es que la Orden del Hospital, una orden que tiene un ámbito de influencia mayor que el de los reinos feudales y por lo tanto no sometida a ellos, concentre bajo su poder un inmenso patrimonio de bienes y castillos en la corona de Aragón, si se queda con los bienes del Temple para hacerse todavía más grande. 

Lo cierto es que con esto se deshace una estrategia anterior. En tiempos del rey don Jaime, se le presentaron distintas alternativas para organizar el territorio valenciano conquistado. Lo más natural era basarse en las unidades administrativas definidas a partir de los términos cuya cabecera era un castillo: los distritos castrales. Ahora bien, el problema consistía en el reparto de estos distritos. 

El rey don Jaime tenía algunos compromisos. Uno con el obispo de Tortosa, en el sentido de tener que cumplir su antigua promesa de devolverle la integridad de la diócesis visigoda, y otro con el obispo de Segorbe en relación con la conversión y donación de Zayd. Cumpliendo ambos compromisos los nuevos territorios valencianos hubieran quedado en su mayor parte en manos de la iglesia. Jaime I prefiere, sin embargo, repartir los territorios entre diferentes manos. Los beneficiarios son algunas familias como los Blasco de Alagón, o los Guillem de Anglesola, y diferentes órdenes militares. 

Este diseño resulta perecedero y, en pocos años, a finales del siglo XIII resulta en una concentración de la mayoría de las posesiones en dos señoríos principales: el Temple y el Hospital. 





Por todo ello, cuando el Temple se disuelve y el Hospital puede quedar como heredera y dueña de una buena parte del reino de valencia, Jaime II se moviliza para fundar una nueva milicia: la Orden de Montesa.

Una vez que Jaime II ha decidido que quiere fundar una nueva orden militar, que recoja los bienes principales de la procesada orden del Temple, le queda lo más difícil: convencer al Papa.


Lo primero que intenta es quedarse para sí mismo los bienes de los templarios, pero eso es inmediatamente rechazado. Su segundo intento consiste en que la orden del Hospital no se quede con todo. Para esto cuenta con el apoyo de Castilla y Portugal, y esto sí que se consigue.

Más difícil es que se acepte su propuesta de fundar una orden nueva. Aunque Jaime II ofrece que esté bajo el hábito de la orden del Calatrava y presenta el castillo de Montesa como sede, el Papa Clemente V se niega, seguramente influido por el rey de Francia: no convence la idea de una orden de carácter nacional, más sujeta al rey que a la Santa Sede. Sobre todo, porque no sabe hasta qué punto los reyes de Aragón son de fiar después de sus aventuras en Sicilia.


A Clemente V, le sustituye Juan XXII, menos controlado que su predecesor por el rey de Francia, y que pudo ver en la propuesta de Jaime II, que se le vuelve a presentar, un modo de contrapesar el excesivo poder de éste. El caso es que la acepta.


Así, tras toda esta serie de negociaciones con el papa, se logra la creación de una milicia para el reino de Valencia,la Orden de Montesa, cuyos objetivos debían ser, sobre el papel, tal y como se expresa en la bula de fundación, defender las fronteras del reino y luchar contra los musulmanes. La bula se firma el 10 de junio de 1317. Eso sí, el Papa se reserva el derecho de nombrar el primer Maestre.

Al día siguiente, el 11 de junio, el Papa da instrucciones al Obispo de Tortosa, al abad de Valldigna y al chantre de la Catedral de Gerona para que se ocupen de que la orden del Hospital deje libres sus señoríos en Valencia y se trasladen a Aragón.

Establecido el acuerdo entre Jaime II y el papa sobre la fundación de la Orden de Montesa, es el momento de aplicarlo.

Curiosamente, o no tanto, es el maestre de la Orden de Calatrava el que más se resiste.

Aunque la nueva orden estará bajo el hábito de la suya, el asunto no le huele bien porque esa sujeción parece que estará más sobre el papel que en la práctica.


Tanto es así, que el papa tiene que recurrir al obispo de Valencia para que bajo la amenaza de excomunión le diga al maestre que se disponga a cumplir con su parte de lo acordado.


El obispo le escribe al maestre citándole en el castillo de Montesa, pero el maestre se excusa diciendo que está combatiendo contra los musulmanes en Granada. Manda, sin embargo, al comendador de Alcañiz para que le represente en la reunión, y así finalmente, en este encuentro, los de Calatrava se avienen a cumplir con la bula del papa.


La ceremonia de investidura de los nuevos caballeros de Montesa se hace en Barcelona el 22 de julio de 1319. Se nombra a tres caballeros que no se sabe por qué razones fueron elegidos, pero el caso es que pertenecían a la Orden del Hospital, con lo cual la cosa no va a parar muy lejos.


De entre los tres caballeros, el abad de Santes Creus, que representa en esto al papa, elige a uno de ellos como maestre de la Orden.

Pero no queda ahí el asunto, el maestre no tardó en encontrarse enfermo. Aun así emprende viaje desde Barcelona hacia su nuevo señorío en el reino de Valencia. Pero sólo logra llegar, con grandes dificultades, a Peñíscola, donde muere.

Es entonces cuando Jaime II se moviliza escribiendo al papa para que, dadas las circunstancias, deje en manos del abad de Santes Creus el nombramiento del sucesor. El papa se aviene y el nombramiento recae en Arnau de Soler, anteriormente caballero del Hospital y comendador de Aliaga, y más importante, el preceptor del hijo mayor de Jaime II. Se cierra así el círculo: la nueva orden queda en manos de un hombre de confianza del rey.

Santa María de Montesa recibe un patrimonio basado en rentas, castillos y territorios que antes habían pertenecido a la extinguida orden templaría más otros bienes del Hospital, que a su vez fueron fortalezas de pasado islámico y que tras la conquista de las tierras valencianas habían formado parte de otros dueños y señoríos.

Montesa percibió bienes concentrados principalmente en el norte del reino, siendo las fortalezas principales los castillos de Ares, Coves de Vinromá, Cervera, Culla, Peñíscola, Xivert, Pulpis, Onda y Villafamés.

La sede de la orden está sin embargo en el castillo de Montesa, ya más al sur de la ciudad de Valencia, y le pertenece también la fortaleza de Perputxent.


La Orden se organiza en unidades territoriales que reciben el nombre de encomiendas que son en general homónimas del castillo y villa que las encabeza. Cada encomienda se compone de varios lugares, pueblos y castillos. La Orden percibe también algunas torres de alquerias islámicas más aisladas, como en Silla o Moncada, que no forman encomiendas autónomas y obtiene también algunas casas y tierras en Burriana.


domingo, 3 de agosto de 2014

Desde Burriana , a la conquista de Valencia

La conquista de Burriana y la rendición de los castillos al norte de esta plaza dan confianza a don Jaime.

No obstante, a pesar de la facilidad con la que caen los castillos de Peñiscola o Alcalá, no ve clara la posibilidad de atacar, desde Burriana,  la ciudad de Valencia.

Hace falta una estrategia más elaborada.

El primer plan consiste en ganar primero una plaza al sur de Valencia que sirva como el otro extremo de una pinza que presione  a  la ciudad desde dos frentes.

Con objeto de lograr este objetivo, las tropas cristianas  hacen dos incursiones. En la primera llegan hasta Albalat de la ribera, pero no pasa de ser un tanteo y vuelven sobre sus pasos hacia Burriana. La segunda, se fija ya un objetivo concreto de importancia. Se trata de conquistar el castillo de Cullera.

Para ello las tropas cristianas cuentan con el apoyo de algunas máquinas de guerra. En concreto  con dos catapultas que se envían por mar desde Burriana  a las inmediaciones del castillo donde se apuestan las tropas.
        
El castillo de Cullera ofrece más resistencia de la esperada, más por falta de una estrategia adecuada que por mérito de los defensores. A pesar del fracaso, algo aprende don Jaime.  Las torres que se sitúan a distancias regulares, son almenaras en las que se encienden hogueras que sirven de aviso del movimiento del enemigo. Por eso la toma de Almenara se vuelve ahora tan importante.

Almenara con sus dos torres de comunicaciones era uno de los elementos fundamentales del sistema que le permitía a la ciudad de Valencia saber lo que estaba pasando en todo su perímetro. Esta información les era vital para preparar las defensas y hasta ahora nunca los cristianos habían logrado coger suficientemente desprevenidos a los musulmanes para que sus ataques tuvieran éxito.

No había más remedio que tomar primero Almenara y dejar a Valencia sin la información de sus movimientos de aproximación.






Don Jaime en Uxó

Lo moros de Uxó, de Castro y de Nules tenían buenos motivos para pactar con las tropas cristianas, apostadas en el castillo de Almenara. 

Durante el sitio Mallorca, aunque no muy prolongado, hubo algunos episodios dramáticos. Los moros sitiados consiguieron apresar a algunos cristianos y les crucificaron en las almenas. En respuesta, una vez ganado el sitio, los vencedores pasaron a cuchillo a una parte de la población vencida.

Más cerca tenían, no obstante, el ejemplo de Burriana. Los esfuerzos que les obligaron a realizar los moros a las tropas cristianas, tuvieron la represalia de la expulsión. No pocos eran los que teniendo amigos o parientes en el valle se habían refugiado aquí y les habían contado como había sido el sitio y como habían tenido que abandonar sus casas y sus tierras. No era bueno pues desatar las iras de las tropas cristianas, causando bajas.

Por otro lado, las posiciones de Zayd y Zayyan eran muy inestables y no se adivinaba un porvenir claro para el liderazgo de ninguno de ellos en las filas musulmanas.

Finalmente, había un motivo más importante. La sierra de Espadán era un refugio seguro y cabía la posibilidad de que el rey don Jaime valorara la dificultad de un asedio prolongado que le complicara la conquista de la ciudad de Valencia, y por lo tanto, si se tomaba la iniciativa, todavía era posible plantear una negociación ventajosa y que esta se aceptara. No se podía dejar pasar más tiempo.

Después de tomado el castillo de Almenara era el momento de hablar con don Jaime, si éste se avenía.

Así fue, todavía no había llegado la Pascua de 1238, cuando estando el rey en Almenara recibe un mensaje conjunto de los moros de Uxó, de Castro y de Nules. El mensaje era claro: querían rendirle sus castillos. Para el rey esto eran buenas noticias. A pesar de ello, toma ciertas precauciones. Prefiere tratar con ellos de uno en uno, así que les da día y hora por separado, para hacer los tratos.

A los de Uxó los cita en una torre forzada que dividía los términos de Uxo y Almenara y desde la cual cada bando podía tener a sus espaldas su castillo. Para dar legitimidad a los tratos se exige la presencia de diez ancianos respetados. Las tropas del rey aportan como adelanto comida y vestidos. A los de Uxó les preparan cinco carneros y veinte gallinas.


Viendo los que habían venido, y nueve o diez que eran ellos, se apartan dos carneros y cinco gallinas, para comerlos allí mismo, en la torre. Las negociaciones no empiezan hasta que los moros están hartos de pan, vino y carne asada.

En la sobremesa se tratan las condiciones de la rendición. Una vez que esta todo claro, esto es, una vez que se decide que quedarán más o menos como estaban bajo el rey moro, hacen efectiva la toma del castillo.

Cuando bajan la colina en la que está la torre, ya les esperan dos centenares de sarracenos que les reciben con algarabía. El rey y don Ladrón, que le acompaña como hombre de confianza, se quedan con ellos y mandan a ocho caballeros para que suban hasta el castillo. Cinco años antes quizás don Jaime hubiera subido el primero, ahora se había vuelto más desconfiado y más prudente.

El asunto queda resuelto esa misma tarde cuando el pendón del rey ondea sobre las murallas. Sólo entonces él rey sube también hasta el castillo y queda concluida la toma de posesión.


Las condiciones de la rendición establecen que los moros conservarán sus derechos para elegir a sus propios jefes en el valle: el cadí y el alamí. Conservan también sus facultades para aplicar a las mezquitas las rentas que estas tenían. A cambio los impuestos que pagaban al rey moro tenían que pagarlos ahora al rey de Aragón y quedaba también la obligación de defender el castillo para el rey.
Al día siguiente, los cristianos cumplen la parte del trato que era de inmediata aplicación. Desde Burriana traen mil seiscientas ovejas, sesenta vacas, tres rocines y vestidos para treinta personas. 


El rey, viendo la situación ya segura, pocos días después hace venir a la reina desde Burriana. Quiere que vea con sus propios ojos los nuevos castillos conquistados. Después comen juntos en Almenara.

Desde el castillo de Almenara, el rey tiene una visión clara del castillo de Sagunto y medita sobre la conquista de Valencia que tiene ya preparada.
La toma de Almenara, que había roto la continuidad del sistema de inteligencia musulmán, supone una señal para el rey de que esta expedición será la definitiva.



Asedio y capitulación.


Pocos días después de que don Jaime consiga el control de los castillos que están en el entorno de Burriana, y tenga con ello relativamente asegurada la retaguardia, decide emprender la toma de Valencia.

El 22 de abril de 1238, el ejército cristiano se asienta en los alrededores de la ciudad de valencia. Don Jaime dispone un cuartel general en Ruzafa y se inicia el asedio a la ciudad.

Durante este mes de abril, las fuerzas atacantes son todavía escasas. Quizá unos trescientos hombres a caballo y unos mil a pie. Sin embargo, ahora que la empresa ya se ve como algo grande, van llegando apoyos de toda la geografía feudal cristiana.

Llegan aragoneses, catalanes y navarros; pero también italianos, ingleses, alemanes; e incluso húngaros. Todos ellos atraídos por los privilegios de cruzada y las expectativas de botín.

La ciudad de Valencia, por el contrario, no recibe la ayuda que se espera del Sultán de Túnez.


La capitulación se produce finalmente el 28 de septiembre de 1238.

Los nobles y barones asaltantes ven defraudadas no obstante sus grandes expectativas. Hubieran preferido ganar la plaza por asalto lo que hubiera dejado el camino abierto al saqueo y al botín.

La ciudad tenía en los años previos a la conquista quince mil habitantes, pero había allí ahora refugiadas al menos cincuenta mil personas, lo que da idea del hacinamiento y explica la pronta capitulación.


Desde la batalla del Puig el quince de agosto del año anterior toda la huerta valenciana se había ido concentrando en la ciudad como único lugar que se creía seguro.

El rey entra en Valencia el nueve de octubre de 1238. La noticia recorre la cristiandad. Todo los que habían estado en el asedio cuentan lo sucedido cuando vuelven a sus lugares de origen y la toma de Valencia es durante mucho tiempo motivo de conversación en toda Europa.

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