domingo, 20 de julio de 2014

La taifa III. El rey Lobo, Abu Zayd y Zayyan



En el mes de mayo del año 1102, doña Jimena abandona Valencia protegida por los hombres del rey Alfonso VI, llevándose consigo los restos mortales del Cid. Valencia queda en poder de los almorávides y con ello libre el acceso de éstos hacia la parte septentrional del al-Andalus lo que permite su llegada hasta el valle del Ebro.

En pocos años, en el año 1110, los almorávides tienen ya también el control de la taifa de Zaragoza.


El movimiento almorávide tiene en efecto capacidad para ganar batallas y ocupar territorios. No tiene, sin embargo, facultades suficientes para gobernar un territorio que tiene una organización social compleja como resultado de la historia cultural que lleva como bagaje. El caso es que la débil cohesión que proporciona el movimiento se viene abajo en pocos años. El año 1142 ya puede hablarse claramente de una segunda fragmentación de al-Andalus en una nueva fase de reinos de taifas.


Por estas fechas otro movimiento político religioso con origen también en el norte de África se había enfrentado ya en ese escenario con los almorávides de los que se había declarado enemigo por causa de su interpretación diferente de algunas doctrinas islámicas. Una vez más, hay quienes piensan en el al-Andalus que la debilidad de los almorávides frente a los ejércitos cristianos, cuya capacidad ofensiva va en aumento, puede ser contrarrestada por estos movimientos emergentes. Los almohades son llamados a la península, donde desembarcan en el año 1145.


Si bien los almohades habían sido reclamados por algunos de los territorios dominados por los musulmanes, no es el caso de Valencia, para cuyos gobernantes los almohades suponen una amenaza mayor que la de los reinos cristianos. 


Más resistencia incluso que el rey de Castilla, entonces Alfonso VII, presentó frente a los almohades, Ibn Mardanis, el rey Lobo, que dominaba los territorios de Valencia y Murcia. 


Tanta fue la resistencia, que el gobernador de Sevilla, donde los almohades habían situado su sede principal, pidió ayuda a su padre, el califa, que cruzó el estrecho para apoyarle. 


A pesar de la implicación del califa, el rey Lobo consigue ponerle en dificultades. Lo consigue gracias al apoyo, en principio inesperado, de la comunidad judía que estaba seriamente afectada por los nuevos decretos de intolerancia religiosa. Su descontento les llevó a abrirle las puertas de la ciudad de Granada a las huestes del rey lobo que logró de este modo hacerse con el control de la ciudad. 


Son momentos de gloria para el rey Lobo, pero el poder almohade está en ese tiempo también en su mayor esplendor y cuando él muere se unifica todo el territorio musulmán de la península bajo el dominio almohade. 


Los hijos del rey Lobo intentan mantener, sin embargo, el gobierno de Valencia a cambio de su conversión a las doctrinas almohades. No lo consiguen y se tienen que conformar con Murcia. El gobierno de Valencia queda para alguien con más solera en las filas almohades: Abu Zayd, un bisnieto del primer califa almohade.


Desde el principio de la invasión árabe siempre hubo en los gobernantes musulmanes una doble naturaleza. Por un lado la militar que gana o pierde los conflictos en los campos de batalla. Por otro, la pactista que trata de sacar ventaja de la negociación y el pacto.


Claramente Abu Zayd pertenece al segundo grupo. Ya desde el comienzo de su reinado tiene que enfrentarse con la amenaza del rey Alfonso de Aragón que intenta atacar Valencia desde Teruel. La solución que para el caso encuentra Abu Zayd es la de ofrecerse para ayudar al ejercito de Aragón contra la taifa de Murcia, donde estaba Modofe, el hijo del rey Lobo que había sido pretendiente contra él al trono de Valencia. Gracias a esta colaboración Abu Zayd logra de momento desviar la atención de los aragoneses de Valencia, para orientarla hacia Murcia.


Valencia está no obstante el punto de mira de Aragón. El hijo de don Alfonso reina con el nombre de Pedro II y va también contra Valencia aunque en este caso no consigue más que algún castillo sin importancia. Don pedro muere pronto y deja el reino a don Jaime que tiene en 1214 solo seis años.


En 1225, don Jaime va por primera vez contra Valencia.  Abu zayd ve en ello un episodio más de los habidos con su padre y con su abuelo, y encuentra natural ofrecerle por lo tanto un pacto de pago de rentas, a cambio de la no agresión.

El pacto tiene éxito pues don Jaime se retira. Sin embargo, las políticas de pacto no salen siempre bien. Cuando los pactos no se hacen desde posiciones similares de fuerza se convierten en simples políticas de apaciguamiento. Así lo ven muchos hombres de importancia en el reino de Valencia que encuentra su líder natural en Zayyan, hijo de Modofe y, más importante, nieto del rey Lobo. Tiene además muy buenas razones personales para ir contra Abu zayd. Primero porque  les habían apartado del gobierno de Valencia y después porque  Zayd se había aliado contra Modofe estando éste en Murcia.

Zayyan, desde Onda, organiza una sublevación que consigue reunir adeptos suficientes para presentase en la ciudad de Valencia.

Zayd viendo el panorama poco favorable busca refugio en Segorbe, lo que le permite a Zayyan entra triunfal en Valencia en enero de 1229.

Zayd, fiel a su afición por los pactos trata de convertir el problema de la amenaza cristiana en solución para recuperar Valencia.  Hace por reunirse con don Jaime en Calatayud y le ofrece un pacto según el cual don Jaime le protegería de Zayyan. A cambio,  Zayd le entregaría la cuarta parte de lo recuperado.

El caso es que don Jaime tiene en los años que siguen al pacto  asuntos más urgentes de los  que ocuparse. Tiene que resolver el conflicto  con los nobles aragoneses que se origina después de la muerte de don Pedro Ahones y tiene que ocuparse también de la empresa de Mallorca.

El que se ocupa de Zayd en estos años es don Blasco de Alagón, que aprovecha el tiempo para conocer los entresijos de la taifa y prestar ayuda  en los asuntos internos, a  Zayd y a sus  hijos.

Cuando se resuelve el asunto de Mallorca,  don Jaime devuelve su interés al reino de Valencia y se celebra entonces la reunión de Alcañiz.

Por lo que sucedería después con la toma de Morella parece que don Blasco estaba más interesado en ganar algunas plazas importantes y posibilitar que Zayd conservara la ciudad de Valencia. Para don Jaime, sin embargo, la conquista tiene otros elementos añadidos que tienen que ver con el pasado romano, visigodo y fundamentalmente cristiano de la Hispania anterior a la invasión árabe pero también con las cosas que suceden más allá de los Pirineos.


domingo, 13 de julio de 2014

la taifa valenciana (II). El Cid aprovecha la situación para hacerse con el poder en Valencia.

La taifa de Toledo no era la única que había tenido pretensiones anexionistas respecto de Valencia. La taifa de Zaragoza estaba también al acecho.

Este panorama en el que falta un poder central fuerte favorece la aparición de  nuevos estilos de vida. Que no haya ejércitos regulares importantes hace necesario recurrir al pago de soldados mercenarios que prestan sus servicios al que mejor les paga en cada momento, o si se quiere,  a la causa que les parece más justa; según que se su alma  de mercenario o de caballero sea la  que prevalezca. El Cid es uno de estos personajes.

Enemistado con Alfonso VI es desterrado de Castilla. Le acompañan trescientos caballeros.

Fuera de su tierra, se ve con fuerzas suficientes para atacar las taifas musulmanas que considera más débiles. Tiene éxito en su empeño y consigue convertir en tributarias para sí mismo las taifas de  Albarracín y Alpuente, situadas como una especie de cuña entre las taifas de Toledo, Zaragoza y Valencia.

Desde aquí tiene un buen observatorio de la situación política de esta parte de la península.  A la vista de  que la taifa de Valencia está gobernada por el antiguo rey de Toledo, y que éste tiene un pacto con los cristianos, decide que su mejor opción es servir a la taifa valenciana para defenderla de los ímpetus anexionistas de la taifa de Zaragoza.

La situación política del rey de Valencia, Al-Qadir,  es en cualquier caso sumamente inestable. Es un rey extraño para los habitantes de Valencia y en la ciudad hay muchos partidarios de que la solución ha de venir de los almorávides. Piensan que es mejor un gobierno almorávide musulmán que un pacto  con los cristianos. Aquellas inquietudes acaban en una revuelta pro-almorávide y con la muerte del al-Qadir.

Esta es la ocasión que aprovecha el Cid para hacerse con el poder en Valencia. Alegando la defensa de los intereses de al-Qadir y tras diecinueve meses de asedio, logra entrar en la ciudad. Es el mes de junio del año 1094.

Los almorávides, sabiendo que tienen un numeroso grupo de partidarios en Valencia, no dudan en fijar su conquista como objetivo prioritario.

El Cid y sus huestes tienen que defender la ciudad. Eso no hubiera sido posible si no hubiera logrado el favor de los habitantes de Valencia.  El Cid establece una corte amable, con un ejercicio ponderado del poder y cuando llegan los almorávides están del lado del Cid.

El buen gobierno del Cid es lo que  explica por qué prácticamente todos colaboran en la defensa de la ciudad cuando los almorávides se presentan con un ingente ejército que es derrotado.

Sin embargo los almorávides no sueltan la presa y en uno de los   numerosos ataques  muere el Cid, no sin haber logrado antes el control de los castillos de Almenara y Sagunto.

Su viuda, doña Jimena,  consigue resistir todavía dos años más  gracias al apoyo de los condes catalanes, en virtud del vínculo familiar que unía a su  hija Maria con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer.

Pero es finalmente al rey de Castilla a quien recurre cuando Valencia es sitiada en el año 1101. Alfonso VI acude en socorro de doña Jimena y logra que los almorávides se retiren momentáneamente, pero decide que Valencia debe ser abandonada, pues  considera imposible su defensa a largo plazo. 

En el mes de mayo de 1102, doña Jimena abandona Valencia protegida por los hombres del rey Alfonso VI, llevándose consigo los restos mortales del Cid, que son conducidos al Monasterio de san Pedro de Cardeña

lunes, 7 de julio de 2014

la taifa valenciana (I). Desmembramiento del califato

las taifas en en el año 1031
La consistencia del estado islámico  en la península era más aparente que real. Tenía un punto débil en la lucha por el poder entre  las distintas familias y clanes que se consideran legitimadas para ostentarlo.

Los efectos de la desunión no fueron sin embargo inminentes. El nuevo Estado tenía al principio la fuerza de las instituciones emergentes. 

Tienen que pasar bastantes años para que la inercia inicial de un poder constituyente se pierda. Cuando esto se produce,  eso si, las consecuencias son desgarradoras y los territorios dominados por los árabes en la península se dividen en numerosas taifas que van cambiando de fronteras a la par que cambian  las relaciones de fuerzas de los clanes que las dominan.

El primer desmembramiento grave del al-Andalus se produce con la caída del califato de Córdoba en  el año 1031. 

La nueva situación no es en absoluto desfavorable para Valencia. Durante el califato se había desplazado el principal centro de poder desde Toledo hasta Córdoba  y Sevilla. Siempre muy lejos de la costa mediterránea. Con la independencia de la taifa, se configura un territorio que funciona de forma autónoma y que mejora los sistemas de riego, aumenta los cultivos y sobre todo establece  una relación  comercial con los reinos cristianos del norte. Mientras que dentro del califato el comercio se debía a sus compromisos hacia el resto del territorio musulmán, ahora Balansiya se siente libre para establecer sus propias conexiones, que le resultan por cierto más ventajosas, con los reinos cristianos.

Este estado de cosas tiene no obstante un punto débil. La taifa no puede reunir por sí sola efectivos suficientes para disuadir a un posible agresor exterior.

Este no es un problema que afecta solamente a la taifa valenciana. Es un problema general que se hace evidente para todos  los territorios musulmanes cuando los cristianos conquistan Toledo en el año 1085.

Así las cosas, algunos gobernadores musulmanes no ven más salida que recurrir a la ayuda de los almorávides del norte de África.

Los gobernadores musulmanes de la taifa valenciana tienen ahora que tomar la decisión más conveniente, después de valorar cuál de todas las amenazas que les acechan, es la menos grave.

Por un lado, los almorávides pueden  liberarlos de ser  conquistados  sin más por un reino cristiano. Por otro, los almorávides pueden tener la intención de restaurar el emirato o el califato en todo su poder y repetirse la situación de preponderancia de las ciudades elegidas como sedes.

En el bando cristiano también hacen sus propios cálculos. Fernando I de Castilla había atacado Valencia, sin éxito, en el año 1065. Después de esto la taifa de Toledo absorbe a la taifa valenciana.

No había cosa que los castellanos considerasen más opuesta a sus intereses que la unión de Toledo y Valencia, por lo que se habían decidido a apoyar la independencia de la taifa valenciana. De hecho, Alfonso VI, después de conquistar Toledo, sigue apoyando la taifa de  Valencia intentado dividir los intereses de ambas e impedir  de ese modo que desde Valencia se acuda en ayuda de  Toledo. Es más, para quedarse definitivamente con Toledo dan el gobierno de Valencia al antiguo rey de Toledo que mantienen así desactivado para acometer la recuperación de esta ciudad.

Para Valencia pues, mantener su posición de independencia pasa más por seguir los pactos con los cristianos antes que confiar en una victoria almorávide de consecuencias inciertas.

Pero la partida se jugaba a muchas más bandas. Los castellanos no eran los únicos cristianos que estaban ganando territorio hacia el sur.


viernes, 4 de julio de 2014

Valentia (II). Visigodos atacados por el sur.

Valentia se queda al margen de lo más duro de las invasiones bárbaras y consigue mantenerse con una forma de vida que trata de continuar la de los tiempos del Imperio.

Incluso durante algún tiempo parece que va a quedar dentro del imperio Romano Oriental, después de que los bizantinos conquisten una franja del levante peninsular.

Quedan entonces en terreno de frontera, y los visigodos, que gobiernan la mayor parte de la península,  se ven obligados a colocar aquí importantes guarniciones defensivas. El antiguo circo sirve ahora de fortificación.

Evidentemente este es un signo de que los esfuerzos por mantener la forma de vida antigua no tienen demasiado éxito. No hay lugar para pasatiempos como el circo,  en parte porque los espectáculos del circo no son bien vistos ahora con los ojos de la mentalidad cristianizada. Pero, sobre todo, porque todo el afán de cada día esta ahora en la defensa.

Cuando lo visigodos logran expulsar a los bizantinos en el 625, esto tenía que haber devuelto la normalidad a la ciudad, pero los tiempos que vuelven son muy distintos. 

El Imperio Romano estaba organizado territorialmente alrededor del Mediterráneo y las ciudades costeras eran un elemento principal de esta organización. Los puertos eran puntos clave en el transporte de personas, de las legiones y de las mercancías. 

Los pueblos bárbaros, por el contrario, ven el mundo desde tierra adentro. Y al igual que Sagunto , Valentia se queda en una posición periferica con un tono de vida urbana muy bajo.

En estas circunstancias, en el año 711, se produce el ataque por el sur. Los musulmanes atraviesan el estrecho de Gibraltar y en un par de años escasos llegan al levante peninsular. 

En el sureste de la península, el enfrentamiento armado se sustituye por el pacto. los musulmanes pactan con Teodomiro, un conde visigodo. 

No podemos saber ahora si Valentia estuvo realmente incluida en ese pacto, pues de él se conservan varias versiones. 

De todos modos, el nombre que va más ligado a la llegada de Tariq a Valentia es el de Agrescio, que se supone que era el gobernador de la ciudad en ese momento. Ni uno ni otro parecen interesados en una confrontación dura, y la ciudad capitula.


La nueva situación queda clara. el poder lo tienen los invasores, pero por debajo de ellos se pueden mantener, de momento, el régimen de vida anterior. Los tributos eso si, han de rendirse ante los musulmanes. 

La capitación incluye cuatro almudes de trigo, cuatro de cebada,  vinagre, miel y aceite, en el pacto de Teodimiro, pero no puede ser muy distinta, en general-.

Lo importante es que este tipo de pacto les es necesario a los invasores musulmanes, porque no tienen los efectivos suficientes para asumir el control en todos los escalones de la organización social. Les hace falta que el señor visigodo mantenga el orden, imparta justicia con las leyes que la gente conoce, y resuelva los asuntos domésticos que puedan surgir. Sólo cuando se opone una férrea resistencia se produce el combate.

Valentia, para los árabes Balansiya,  pertenece en ese momento, en última instancia, a los dominios del  califa de Damasco. 


Pero Damasco está demasiado lejos. Hacia el año 779, en tiempos de Abderraman I, Balansiya se ve envuelta en  un conflicto entre facciones musulmanas y se organiza una rebelión en la ciudad. Sublevación que es sofocada y la ciudad arrasada.


A la ciudad le va bien frente a los ataques externos, en los que logra rendiciones pacíficas. Pero sufre en las luchas internas. Fue arrasada durante las disputas entre generales romanos, y fue devastada de nuevo en un conflicto entre bandos musulmanes rivales.

jueves, 3 de julio de 2014

Valentia. La ciudad de los valientes de Edeta

Después de vencer a Viriato, El general Junio Bruto decide recompensar a los soldados veteranos de su ejercito.

En el año 138 a. de C., licencia a los legionarios de más de cincuenta años. Elige la desembocadura del río Turia como un lugar suficientemente adecuado para fundar una ciudad de nueva planta y para completar su plan reparte tierras a los recién licenciados. 

A la nueva ciudad se la conoce como Valentia Edetanorum: “la ciudad de los valientes de Edeta”.

El lugar elegido está en el centro de un triángulo cuyos vértices son  Saguntum, Saitabi (Játiva) y Edeta (Liria).

La ciudad de Valentia tiene un primer tropiezo serio en los años previos al final de la República.

Durante las guerras civiles entre generales, y con el propósito de conseguir más cuota de poder  en Roma,  se libran batallas especialmente violentas en estos lugares.

Pompeyo y Sertorio  se disputan  el control de las vías hacia Tarraco (Tarragona) y hacia Cesar augusta (Zaragoza).  

Las luchas son encarnizadas y dejan la ciudad sembrada con los restos de soldados descuartizados por todas partes. 

Después de esto, la ciudad ralentiza su crecimiento durante cincuenta años.

A mediados del siglo primero de nuestra era, Valentia recupera su dinámica de ciudad próspera y comienza la expansión. Nuevos colonos atraídos por la fertilidad de sus tierras llegan de distintos lugares del Imperio.

Entre la ciudad y el mar se extiende el marjal. El terreno ofrece grandes posibilidades para el cultivo y se acometen las grandes obras de desecación. Se construyen los primeros canales y acequias y se parcela también toda el área circundante.

Como es natural, se construyen villas en el campo de Valentia y tal es el éxito de los cultivos, que las villas compiten en lujo con las de Pompeya o la misma Roma.

La fortuna en la agricultura va unida a la posibilidad de hacer otras obras públicas, no sólo con fines prácticos sino también con propósitos suntuarios y de entretenimiento. Se construye un nuevo foro y  también un circo, y más importante; se construye un puerto fluvial y se lleva el agua desde el curso alto del río Turia hasta la ciudad. Esta última obra hace posible el regadío de una zona mucho más extensa.

Pero la crisis general del imperio del siglo III, afecta también a Valentia. La ciudad en vez de crecer, disminuye y  se abandonan algunas infraestructuras. Unas por falta de demanda y otras por falta de conservación.

Son tiempos propicios  para grandes cambios en la forma de ver el mundo y una época favorable para recibir ideas nuevas que aporten nuevas esperanzas a los que ven derrumbarse las cosas  que  creían inmutables.

Los legionarios son hombres que han recorrido medio mundo. Algunos de ellos son atraídos por un nuevo culto: el cristianismo.

A comienzos del siglo IV se va formando una comunidad cristiana en la ciudad. La comunidad se hace fuerte con el recuerdo del santo Vicente, un legionario, martirizado en el año 304.

La iglesia católica será precisamente la única que estará en condiciones de asumir las riendas de la ciudad cuando los ataques de los bárbaros rompan los vínculos con la administración imperial a principios del siglo V. En menos cien años la iglesia había pasado de ser perseguida a ser el culto oficial del imperio.


En el año 380, Teodosio, emperador de origen hispano, convierte el culto cristiano en el único del Imperio. La iglesia católica está  en condiciones de constituir el principal elemento de cohesión cultural de un Imperio que se está desmembrando.