domingo, 22 de junio de 2014

Siglo VIII. Hispania atacada por el sur. Caída y ruina del reíno de los visigodos.

Los visigodos habían tenido que ganarse en Hispania el  espacio en el que habitar.  

Primero lograron un sitio dentro del Imperio en un largo proceso de luchas y pactos, a costa del poder de los romanos; pero también en competencia con otros pueblos germanos. Después, tuvieron que expulsar a los  bizantinos y,  a cambio, compartir con los autóctonos hispano-romanos parte del poder y la influencia.

En la monarquía visigoda permanece en todo este tiempo un problema mal resuelto: la sucesión. Cada relevo de un rey por otro se convierte en un motivo de grave conflicto. 

Uno de estos conflictos coincide, a principios de siglo VIII, con la presencia  de una fuerza ascendente en el norte de África.

La supuesta cohesión alcanzada en el último siglo era sólo aparente. La monarquía está sujeta a fuertes impulsos descentralizadores, un movimiento que no es extraño a todos los antiguos territorios del Imperio occidental.

La función gestora que cumplía la administración romana no es heredada por los visigodos. Cada vez que los objetivos militares no son imperativos, cuando no hay una empresa militar concreta,  el poder del rey no tiene una misión clara.  Los clanes tratan en esas circunstancias de hacerse autónomos, y duques y condes pretenden tener poder absoluto en los territorios que controlan feudatariamente. El poder está  disgregado. el contrato feudal entre señores y vasallos tiene muchas veces su parte más débil en el señor.

Los árabes, que habían recorrido en pocos años la costa africana del mediterráneo, no dudan en aprovechar la ocasión que les ofrece  un conflicto interno entre facciones rivales visigodas para entrar de golpe en la península.

Al vencer la poca resistencia que fue capaz de reunir la monarquía visigoda, logran los musulmanes acabar con todo el entramado defensivo del reino que no tiene mecanismos ni liderazgo suficiente para recomponer la defensa.

El reino queda en poder de los musulmanes en menos de diez años. 

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CAÍDA Y RUINA DEL
IMPERIO VISIGÓTICO ESPAÑOL 

ESTUDIO HISTÓRICO-CRÍTICO POR DON AURELIANO FERNÁNDEZ-GUERRA

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Vinieron a tener condiciones para poder ser reyes, hacia los últimos años de la monarquía visigoda, un centenar de nobles que ostentaban diadema y cinturón de oro: nueve duques, puestos al frente de las siete provincias peninsulares y de las otras dos Narbonense y Tingitana, y cerca de noventa condes o  gobernadores de las ciudades cabeza de distrito.

Esta nobleza y también los obispos llegaron a tener digna, viva y constante representación al lado del Monarca. Constituían, pues, un Senado que le hacía ligero el peso de la corona , y le daba parecer en lo arduo, y le era fiel en la adversidad y acrecía el resplandor del solio en tiempos de prosperidad y bonanza.

Muerto el príncipe, este Consejo de los próceres de la nación, seglares y eclesiásticos, designaba con maduro juicio el sucesor del reino.

Los reyes, para hacer medio hereditaria la corona, a imitación de. varios Emperadores romanos y bizantinos, adoptaron el arbitrio de compartir el solio con el hijo entrado en años,  fiándole como duque el mando de una valiosa provincia. Seis de los dieciocho monarcas visigodos, desde Leovigildo, lo hicieron así; otros, si lo intentaron, el Senado no hubo de consentírselo. De aquí los estragos de la ambición, del resentimiento y encono, venganzas, traiciones y alevosías.

Muere Wittiza en los primeros días de enero de 711; y no queriendo gran parte del Senado que los hijos de un indigno Monarca dirigiesen el timón del Estado, -niega el trono electivo á Olmundo, Rómulo y Ardabasto, patrocinados entre los senadores por sus tíos, D. Oppa y Sisberto, hermanos del príncipe difunto. 


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