sábado, 21 de junio de 2014

El Imperio se descompone (VI). la aventura bizantina y la reacción goda.

Las esperanzas de la aristocracia de Sagunto de conseguir el pleno dominio de la ciudad, sin tutelas visigodas, aumentan notablemente en el año 555.

La parte oriental del imperio romano, con capital en la antigua Constantinopla, goza de un momento de esplendor bajo el impulso del emperador  Justiniano.

Justiniano, que consigue recuperar Italia y el norte de África, no duda en aprovechar la oportunidad que se le presenta en Hispania con ocasión de la guerra civil entre dos facciones godas.  Un cuerpo expedicionario bizantino desembarca en la peninsula y da su apoyo al bando rebelde. Como contrapartida, los bizantinos  consiguen el dominio sobre una importante franja de la costa este que va desde Cádiz a Valencia.

La intención de los bizantinos es que esta franja sirva de cabeza de puente para conquistar toda la península. 

Esta intención se les manifiesta como evidente a los godos que tienen tiempo de pensar las cosas despacio aprovechando que los bizantinos, debido a problemas internos, no pueden lanzarse de momento a la conquista abierta.

El rey visigodo Leovigildo y su hijo Recaredo ven claro entonces que la única forma de mantenerse en la península es una alianza más profunda con la nobleza hispano-romana local.

Hasta entonces se había mantenido una diferencia cultural de fondo. Ambos eran cristianos, pero la nobleza goda era arriana y la hispano-romana era católica. Lo que equivalía a decir que unos eran germanos y los otros romanos. Los bizantinos eran también cristianos pero ortodoxos  lo que viene a decir griegos.

Leovigildo, primero, y Recaredo después, deciden su conversión al culto católico,  para que visigodos y hispano-romanos formen un todo uno cultural, heredero de la tradición romana occidental; que pueda oponerse a la amenaza bizantina. 

La conversión del monarca se hace  en el III Concilio de Toledo en el  año 559.

La nobleza hispano-romana tiene entonces un dilema. Por un lado, el imperio bizantino es heredero directo del antiguo imperio romano. Por otro, los visigodos parecen dispuestos  a seguir la tradición de la parte occidental del imperio que es la suya. El imperio bizantino tiene además una estructura política más centralizada que la monarquía visigoda y es posible con los visigodos mantener más independencia en los asuntos domésticos. Entrar a formar parte del imperio bizantino significaría tener encima a los funcionarios de la corte de Bizancio. 

Este es el tema principal que se discute en el foro de Sagunto durante estos años de finales del siglo VI y principios del VII.

La solución al dilema no es fácil pero lo que al menos logran los visigodos con esta estrategia es que la nobleza hispano-romana no apoye claramente a los bizantinos. Así las cosas, en el año el 625 el rey Suintila logra expulsar a los bizantinos de la península ibérica.

El resultado no es el previsto, es decir, no se mantiene el estado de cosas anterior a las conquistas bizantinas en que godos e hispanos mantenían su posición diferenciada, sino que se inaugura una nueva situación de más homogeneidad étnica, cultural y política que toma su personalidad precisamente al marcar la  diferencia con el Imperio Bizantino.

Para los campos de Sagunto esta nueva situación significa estabilidad. Pero va a significar también mayor irrelevancia. Los godos no tienen afición por el mar. Articulan el territorio hacia el interior. La capital es Toledo y Sagunto queda en la remota periferia.





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