jueves, 3 de julio de 2014

Valentia. La ciudad de los valientes de Edeta

Después de vencer a Viriato, El general Junio Bruto decide recompensar a los soldados veteranos de su ejercito.

En el año 138 a. de C., licencia a los legionarios de más de cincuenta años. Elige la desembocadura del río Turia como un lugar suficientemente adecuado para fundar una ciudad de nueva planta y para completar su plan reparte tierras a los recién licenciados. 

A la nueva ciudad se la conoce como Valentia Edetanorum: “la ciudad de los valientes de Edeta”.

El lugar elegido está en el centro de un triángulo cuyos vértices son  Saguntum, Saitabi (Játiva) y Edeta (Liria).

La ciudad de Valentia tiene un primer tropiezo serio en los años previos al final de la República.

Durante las guerras civiles entre generales, y con el propósito de conseguir más cuota de poder  en Roma,  se libran batallas especialmente violentas en estos lugares.

Pompeyo y Sertorio  se disputan  el control de las vías hacia Tarraco (Tarragona) y hacia Cesar augusta (Zaragoza).  

Las luchas son encarnizadas y dejan la ciudad sembrada con los restos de soldados descuartizados por todas partes. 

Después de esto, la ciudad ralentiza su crecimiento durante cincuenta años.

A mediados del siglo primero de nuestra era, Valentia recupera su dinámica de ciudad próspera y comienza la expansión. Nuevos colonos atraídos por la fertilidad de sus tierras llegan de distintos lugares del Imperio.

Entre la ciudad y el mar se extiende el marjal. El terreno ofrece grandes posibilidades para el cultivo y se acometen las grandes obras de desecación. Se construyen los primeros canales y acequias y se parcela también toda el área circundante.

Como es natural, se construyen villas en el campo de Valentia y tal es el éxito de los cultivos, que las villas compiten en lujo con las de Pompeya o la misma Roma.

La fortuna en la agricultura va unida a la posibilidad de hacer otras obras públicas, no sólo con fines prácticos sino también con propósitos suntuarios y de entretenimiento. Se construye un nuevo foro y  también un circo, y más importante; se construye un puerto fluvial y se lleva el agua desde el curso alto del río Turia hasta la ciudad. Esta última obra hace posible el regadío de una zona mucho más extensa.

Pero la crisis general del imperio del siglo III, afecta también a Valentia. La ciudad en vez de crecer, disminuye y  se abandonan algunas infraestructuras. Unas por falta de demanda y otras por falta de conservación.

Son tiempos propicios  para grandes cambios en la forma de ver el mundo y una época favorable para recibir ideas nuevas que aporten nuevas esperanzas a los que ven derrumbarse las cosas  que  creían inmutables.

Los legionarios son hombres que han recorrido medio mundo. Algunos de ellos son atraídos por un nuevo culto: el cristianismo.

A comienzos del siglo IV se va formando una comunidad cristiana en la ciudad. La comunidad se hace fuerte con el recuerdo del santo Vicente, un legionario, martirizado en el año 304.

La iglesia católica será precisamente la única que estará en condiciones de asumir las riendas de la ciudad cuando los ataques de los bárbaros rompan los vínculos con la administración imperial a principios del siglo V. En menos cien años la iglesia había pasado de ser perseguida a ser el culto oficial del imperio.


En el año 380, Teodosio, emperador de origen hispano, convierte el culto cristiano en el único del Imperio. La iglesia católica está  en condiciones de constituir el principal elemento de cohesión cultural de un Imperio que se está desmembrando. 

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