viernes, 29 de septiembre de 2017

UN DOMINGO DE CUARESMA (sobre el nombre del valle de Uxó)

Aquellos años habíamos cogido la costumbre de subir cada domingo de Cuaresma a uno de los montes que circundan el valle. Aquel domingo, por el orden correlativo que seguíamos, tocaba subir a Pipa. 
Aquellos años habíamos cogido la costumbre de subir cada domingo de Cuaresma a uno de los montes que circundan el valle. Aquel domingo, por el orden correlativo que seguíamos, tocaba subir a Pipa. 

Resultado de imagen de excursionista siluetaDe las distintas formas por las que se puede llegar a la cima, elegimos la más larga pero con menos pendiente.  Esto es, atacamos la montaña desde el camino que pasa cerca de la ermita de San Antonio. 

Fue precisamente en el collado que une el montículo donde esta la ermita con la montaña que era nuestra objetivo, donde nos encontramos con dos caminantes que aparentemente hacían la misma ruta.

Después de los saludos habituales, averiguamos que vivían en Valencia aunque no habían nacido allí. Era frecuente entre nosotros incorporar al grupo a aquellos que nos encontrábamos en el camino así que de un modo casi natural el grupo aumentó en dos personas más. 
Resultado de imagen de montaña de pipa
Sin gran esfuerzo llegamos a la cima a la hora de almorzar que era sin duda el momento principal de aquellas excursiones. Al poco descubrimos que los nuevos incorporados al grupo eran expertos en las cosas del valle. También entre nosotros había algunos que conocían mucho de lo que se había escrito sobre los tiempos antiguos y sobre el nombre del valle y otras polémicas que por esos años eran corrientes, así que se inició una conversación sobre el asunto. 

- Por los estudios en los que estamos avanzando últimamente, nos dijeron,  lo que va quedando cada vez más claro es que  hay algunas cuestiones en las que los expertos andan un poco confundidos. El nombre del valle es uno los temas en los que persiste una mayor confusión y en los que las polémicas han quedado más desenfocadas, dijo uno de los dos, que parecía tener alguna relación de jerarquía con el otro.

- Eso nos interesa sin duda. Adelantadnos algo de vuestros estudios, les dijimos, con la confianza de que bajar era mucho más fácil que subir e íbamos sobrados de tiempo.

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- A nosotros no nos preocupa tanto cómo se escriba el nombre de este valle como el origen de ese nombre. Lo más frecuente ha sido tratar de hallar la traza que ha podido seguir la evolución de la ortografía y la fonética del nombre a través de los siglos. Ese tipo de estudios lingüísticos han dado desde luego muy buenos resultados en no pocas ocasiones, pero en este caso, después de dos mil años y varios idiomas hay motivos suficientes para defender cualquier tesis y la contraria. Nosotros no hemos utilizado esa metodología, pero estamos convencidos de que hemos encontrado la solución al problema: este valle se llamó el valle del Urso, esto es, el valle del oso.

- Algo de eso se ha oído alguna vez, pero no se le ha dado crédito ¿Es que acaso hubo alguna vez osos en este valle?, les contestamos no muy impresionados por la revelación.

- No. No tiene nada que ver con que hubiera alguna vez osos aquí, dijeron entre risas. Todo es mucho más obvio y evidente. En realidad no estamos hoy aquí por casualidad. Digamos que estamos en uno de nuestros lugares de trabajo. De hecho, estamos ahora mismo sentados sobre la cabeza del oso que da nombre al valle. Esta montaña es el oso del valle del oso.

De repente, nos pareció que podría ser verdad. Cómo no nos habíamos dado cuenta antes de que esta montaña tiene el aspecto de un animal, de un oso sentado, que se ve más claro cuando se llega desde el mar, cuando se asciende al valle por el río desde el Este, y cuando se la ve desde la antigua vía Augusta, un lugar apropiado para que un romano tenga el pensamiento de llamar a este valle de esa manera. 

- De hecho, comentó el que parecía el ayudante, no es ésta la única montaña en este valle que tiene el aspecto de un animal. Cuando se viene desde Almenara hay una parte del camino en el que se ve con claridad un gran dragón acostado que ocupa toda la parte derecha de la montaña de Peñalba. Es un dragón que mira amenazante al castillo y al que parece faltarle una parte del hocico que quizás se haya desprendido en algún tiempo no muy remoto. Es por esa razón y no otra por la que a esa parte de la montaña se la conoce como peña de Mondragón.  


Un poco conmovidos por estos repentinos descubrimientos, apenas prestamos atención a lo que nos dijeron sobre la inminente decisión que tendrían que tomar para dejar este estudio y aprovechar la oportunidad de hacer otras investigaciones en los Estados Unidos. Algo que sin duda se llegaría a concretar puesto que nunca tuvimos noticia de que se hubiera publicado algo que tuviera que ver con estas cosas que nos contaron aquel domingo.
De las distintas formas por las que se puede llegar a la cima, elegimos la más larga pero con menos pendiente.  Esto es, atacamos la montaña desde el camino que pasa cerca de la ermita de San Antonio. 

Fue precisamente en el collado que une el montículo donde esta la ermita con la montaña que era nuestra objetivo, donde nos encontramos con dos caminantes que aparentemente hacían la misma ruta.

Después de los saludos habituales, averiguamos que vivían en Valencia aunque no habían nacido allí. Era frecuente entre nosotros incorporar al grupo a aquellos que nos encontrábamos en el camino así que de un modo casi natural el grupo aumentó en dos personas más. 

Sin gran esfuerzo llegamos a la cima a la hora de almorzar que era sin duda el momento principal de aquellas excursiones. Al poco descubrimos que los nuevos incorporados al grupo eran expertos en las cosas del valle. También entre nosotros había algunos que conocían mucho de lo que se había escrito sobre los tiempos antiguos y sobre el nombre del valle y otras polémicas que por esos años eran corrientes, así que se inició una conversación sobre el asunto. 

- Por los estudios en los que estamos avanzando últimamente, nos dijeron,  lo que va quedando cada vez más claro es que  hay algunas cuestiones en las que los expertos andan un poco confundidos. El nombre del valle es uno los temas en los que persiste una mayor confusión y en los que las polémicas han quedado más desenfocadas, dijo uno de los dos, que parecía tener alguna relación de jerarquía con el otro.

- Eso nos interesa sin duda. Adelantadnos algo de vuestro estudios, les dijimos, con la confianza de que bajar era mucho más fácil que subir e íbamos sobrados de tiempo.

- A nosotros no nos preocupa tanto cómo se escriba el nombre de este valle como el origen de ese nombre. Lo más frecuente ha sido tratar de hallar la traza que ha podido seguir la evolución de la ortografía y la fonética del nombre a través de  los siglos. Ese tipo de estudios lingüísticos han dado desde luego muy buenos resultados en no pocas ocasiones, pero en este caso, después de dos mil años y varios idiomas hay motivos suficientes para defender cualquier tesis y la contraria. Nosotros no hemos utilizado esa metodología, pero estamos convencidos de que hemos encontrado la solución al problema: este valle se llamó el valle del Urso, esto es, el valle del oso.

- Algo de eso se ha oído alguna vez, pero no se le ha dado crédito ¿Es que acaso hubo alguna vez osos en este valle?, les contestamos no muy impresionadas por la revelación.

- No. No tiene nada que ver con que hubiera alguna vez osos aquí, dijeron entre risas. Todo es mucho más obvio y evidente. En realidad no estamos hoy aquí por casualidad. Digamos que estamos en uno de nuestros lugares de trabajo. De hecho, estamos ahora mismo sentados sobre la cabeza del oso que da nombre al valle. Esta montaña es el oso del valle del oso.

De repente, nos pareció que podría ser verdad. Cómo no nos habíamos dado cuenta antes de que esta montaña tiene el aspecto de un animal, de un oso sentado, que se ve más claro cuando se llega desde el mar, cuando se asciende al valle por el río desde el Este, y cuando se la ve desde la antigua vía Augusta, un lugar apropiado para que un romano tenga el pensamiento de llamar a este valle de esa manera. 

- De hecho, comentó el que parecía el ayudante, no es ésta la única montaña en este valle que tiene el aspecto de un animal. Cuando se viene desde Almenara hay una parte del camino en el que se ve con claridad un gran dragón acostado que ocupa toda la parte derecha de la montaña de Peñalba. Es un dragón que mira amenazante al castillo y al que parece faltarle una parte del hocico que quizás se haya desprendido en algún tiempo no muy remoto. Es por esa razón y no otra por la que a esa parte de la montaña se la conoce como peña de Mondragón.  

Un poco conmovidos por estos repentinos descubrimientos, apenas prestamos atención a lo que nos dijeron sobre la inminente decisión que tendrían que tomar para dejar este estudio y aprovechar la oportunidad de hacer otras investigaciones en los Estados Unidos. Algo que sin duda se llegaría a concretar puesto que nunca tuvimos noticia de que se hubiera publicado algo que tuviera que ver con estas cosas que nos contaron aquel domingo.







jueves, 21 de septiembre de 2017

SIGLO III. EL IMPERIO ROMANO EN CRISIS. LA TARRACONENSIS.

Resultado de imagen de tarraco sDurante el siglo III d.C. el Imperio Romano se vio perturbado, tanto en Oriente como en Occidente, por reiteradas invasiones de bárbaros; y la Península Ibérica, aunque ocupaba una posición periférica respecto de los centros de poder, no dejó de sufrir las consecuencias de alguna de esas invasiones. Diversas fuentes de información documentan la entrada en Híspania de francos y germanos en torno al 260 d.C, dentro de un amplio panorama de invasiones y usurpaciones.

Las referencias literarias a tal invasión son de un tono muy general y demasiado parcas en contenido, viniendo a coincidir mayoritariamente en dos aspectos: la constatación de que hubo invasión y el hecho de que afectó a la ciudad de «Tarraco».

Orosio, refiriéndose con gran probabilidad a esa invasión, testimonia con la frase «y lo sufrieron incluso durante casi doce años en una invasión de germanos, en la época del emperador Galieno»

Aunque  la información literaria es  escasa e inconcreta, se constata de hecho la parcial destrucción de Tarraco.

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La supuesta invasión del siglo III d.C.en territorio de vascones 

RAQUEL LÓPEZ MELERO. UNED

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------La costa levantina también fue saqueada por la invasión germana. En Sagunto, casas muy importantes fueron abandonadas y hubo una interrupción en la vida de la ciudad por este tiempo. 


En Valencia el cementerio de época tardo-romana indica que la ciudad había entrado en un período de decadencia económica. 

Esto mismo se deduce de la necrópolis romana de Les Foies (Manuel, Valencia), fechada a finales del siglo III y de gran pobreza. 

La población del Tossal de Manises, en las proximidades de Alicante, sufrió un fuerte colapso por esta fecha; desde mediados del siglo III de J.C. se manifiesta una gran decadencia de la ciudad, que camina rápidamente a su ruina, ocurrida casi seguramente en el siglo V. 


En Denia se aprecian también rastros de destrucciones, y en Cullera se comprueba la destrucción de un pequeño poblado imperial y su sustitución por un fuerte. 


Algunas villas romanas, ricamente decoradas, fueron incendiadas, como la de la Torre de la Cruz, junto a Villajoyosa. 

En Ilici  un poblado de buena construcción y con grandes edificios señoriales fue destruido de forma violenta y más concretamente por acción guerrera, como lo demuestra el hallazgo de balas de catapulta y glandes de plomo junto a los muros de una de las casas. La fecha de destrucción, a juzgar por las cerámicas encontradas y algunas monedas, podría fecharse a mediados del siglo III.

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La crisis del siglo III en Hispania y Mauritania Tingitana 

 José María Blázquez Martínez. Real Academia de la Historia. Madrid. 

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Hacia el año 275, una segunda gran invasión germana azotó muy duramente a la Gallia, por lo que no es muy imposible que penetrara por Navarra y llegara hasta Lusitania. Probo, hacia el año 277, eliminó a los bárbaros, y hacia 280 a Bonoso en Colonia y a Próculo en Lyon. A diferencia de la anterior, esta invasión no parece que atravesó el estrecho de Gibraltar. 

Parece que las invasiones siguieron la antigua vía Hercúlea que bordeaba el Mediterráneo (Str. 3, 4, 6). El número de invasores, la extensión de las destrucciones por ahora es imposible fijar con seguridad.