jueves, 10 de noviembre de 2016

La Edad del Hierro en el este de la península ibérica.

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Siglo VII a. de C. 

En la zona este de la península ibérica se vive una época de transición y cambios. Se está saliendo de  la Edad del Bronce para entrar en  la Edad del Hierro.

¿Qué cambios son esos? Los humanos empiezan a no necesitar desplazarse de un lugar otro casi constantemente. Eso tiene consecuencias importantes en el tipo de construcción que sirve de vivienda y en el modo de construir. La vivienda deja de ser una simple cabaña hecha solamente de materiales perecederos como la caña, el mimbre o ramas.  

Se consolida un modo de construir más duradero con mampostería. Se sustituye la planta circular propia de las cabañas por una planta rectangular, que permite mayor altura en toda la superficie de la casa. Se produce además el agrupamiento de las casas formando una unidad estructural a modo de pequeño poblado. Puede decirse  que se deja de vivir en cabañas para vivir en algo más parecido a una casa. 

Son asentamientos surgidos a partir de una economía ganadera familiar que irá alternando la zona próxima a la costa con el interior. 

Estos grupos humanos, más pastores que agricultores, asentados de forma semipermanente, son los que entran en contacto con el comercio mediterráneo, el mercado fenicio, ya previamente asentado en la costa del sur de la península y en la isla de Ibiza. 

Se produce con ello  una sedentarización completa de la población debido a que, poco a poco, los intercambios se convertirán en la base de una economía con un alto componente comercial. Este comercio, por una parte traía productos de lujo: vino, conservas, elementos de la indumentaria; y por otra, se daba la contrapartida mercantil  del mineral de hierro, plomo y plata, que tanto en el llano litoral como en las cuencas de los afluentes del Ebro, tenían sus fuentes de extracción.

En poco tiempo, algunos grupos logran el control y al acaparamiento de los productos de prestigio que llegan, y se convertirán en elites sociales, lo que desembocará a su vez en una jerarquización muy marcada de la sociedad del Hierro antiguo, característica destacada de la estructura social durante toda la segunda mitad del primer milenio a. de C. 

Las elites controlan la economía a partir del contacto con los comerciantes fenicios y de la redistribución de los productos que adquieren, lo que les da la superioridad dentro de la sociedad y van creando toda una serie de símbolos e imágenes que acrecientan la diferencia social. 

A partir de aquí se produce un proceso interesante. Al principio surgen unos asentamientos de poca extensión pero con una gran riqueza material que se han relacionado con las viviendas de estas elites sociales que se van formando, esto es,  con la residencia del poder económico, social y religioso: la residencia fortificada. Son construcciones de entre 300 y 600 metros cuadrados. poco fortificadas o fortificadas más por ostentación que por defensa efectiva del asentamiento. Lo cual no significa que no hubiera conflictos, ni que no hubiera destrucciones de estas viviendas fortificadas. De hecho las armas son un elemento destacado de la cultura íbera y símbolo de poder.

Otra novedad en el registro arqueológico de los yacimientos datados en la séptima centuria, es la referente a materiales y espacios de culto relacionados con rituales en los asentamientos de vivienda, templos domésticos, pero también lugares de culto completamente separados de la residencia del jerarca, construcciones dedicadas únicamente a rituales religiosos o sociales, templos urbanos.

Jerarquización social y simbolismo quedan también indicados por la presencia de enterramientos con estructura tumular. Las necrópolis tumulares aparecen en la zona a finales del siglo VII a. C., y perdurarán durante todo el siglo VI a. C

Las residencias fortificadas del Ibérico antiguo se destruyen o son abandonadas durante el cambio del siglo VI al V a. C., hacia el 600 a. de C., hecho que comporta un vacío de información durante prácticamente toda la mitad de esta quinta centuria. 

Será a mediados del siglo V, hacia el 450 a.de C., cuando se localiza ya un nuevo tipo de asentamiento que suele denominarse poblado fortificado. Se trata de ciudadelas que generalmente se extiende entre los 1000 y los 6000 metros cuadrados, por tanto, más bien de escaso tamaño, pero se encuentran perfectamente defendidos mediante fortificaciones que combinan las murallas, las torres, antemurallas, fosos, y en algunas ocasiones también las defensas naturales. 

Las ciudadelas se construyen siguiendo un plan preconcebido, modulado y dirigido desde un poder económico y social. Este tipo de asentamientos se ha considerado siempre como los poblados del Ibérico pleno, en donde vivirían y se defenderían los habitantes de un territorio. No obstante, si a la media hectárea que suelen tener estos asentamientos se quita el espacio ocupado por la fortificación, los almacenes, los edificios de culto, de producción, prácticamente estamos ante un espacio muy reducido, que puede albergar un pequeño número de familias, o simplemente una familia extensa, y su servicio a la sumo.

Resultado de imagen de oppidum ibericoFinalmente, En el siglo III a. C., o quizás un poco antes, se encuentra una gran innovación: la ciudad

La amplia superficie ocupada, la urbanización del espacio intramuros en manzanas con diferentes funciones, la existencia de escritura, la diferenciación social que denuncian los hallazgos en cada una de las viviendas, la acuñación de moneda, lleva a catalogar estos asentamientos como verdaderos centros urbanos.


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El cambio social producido durante la Edad de Hierro parece tener un orden lógico. 

En el siglo VIII la diferenciación social es escasa. La que la ganaderia y la agricultura pueden dar debido a los avatares que una familia puede tener: enfermedades, número de hijos o hijas, una especial destreza, fortaleza, o agilidad mental. Pero la llegada de extranjeros procedentes de tierras muy lejanas como Fenicia, ofrece oportunidades a aquellos que consiguen hacerse con el control de los  productos que llegan y su distribución. Algunos consiguen acumular bastantes excedentes como para construir una casa más grande y más robusta que el resto, una vivienda fortificada, que no parece resultar sin embargo lo bastante fuerte, siendo por el contrario vulnerable a la destrucción.

No obstante, a pesar de que algunos no logran afianzarse, el proceso de jerarquización continua, quizás seleccionando a los más destacados de entre los que estaban ya distinguidos, y lo que sucede es que la vivienda fortificada acaba convirtiéndose en una ciudadela ya más extensa. 

Tampoco es éste el punto final del proceso. En tres o cuatro generaciones más, ya puede hablarse de ciudades de más de 4 o cinco hectáreas de extensión,  de especializaciones con distintos oficios, de ricos y pobres, de diferencias entre los que saben leer y escribir y los que no y de presencia de dinero en forma de moneda. 

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Arturo Oliver Foix Museo de Bellas Artes de Castellón

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Joan Santacana

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Cambios globales que producen cambios locales


En los últimos años del siglo III se suceden acontecimientos importantes en este territorio: es uno de los escenarios principales en el que se desarrollan los conflictos entre Roma y Cartago. 

Cerrado el conflicto a favor de Roma, se inicia un proceso de romanización del territorio ibérico que tiene desde luego consecuencias sobre el modo de asentarse en él. Hay, por un lado una respuesta indígena a la nueva situación política, y por otro, una  respuesta externa, la de la nueva autoridad, a esta situación.

El estamento indígena principal adapta modelos itálicos en cuanto a sus modos de vida, es el caso de los templos, las termas, el uso de cerámicas que señala el cambio de la cocina y de la mesa hacia una estética y gusto romano, y sus casas siguen modelos itálicos, frente al resto de las edificaciones con planteamientos completamente indígenas.


En el siglo VII a. de C., la forma en la que algunos lograron distinguirse del resto de los habitantes de su poblado fue a través de una relación privilegiada con los extranjeros llegados a las costas de iberia ( unos privilegios que a veces han de ser defendidos con violencia, y que en todo caso han de mantenerse con  la  legitimidad que procede de la heredar la excelencia de ciertas familias y que se consolidad fomentando la solidaridad entre iguales dentro de esas familias). 

A principios del siglo II a. de C., sin embargo, la forma en que los  jefes tribales se distinguen de sus vecinos es por medio de su mejor relación con la autoridad romana dominante. Algunos jefes tribales luchan al lado de los romanos, incluso en tierras lejanas como las Galias, y a cambio, son exaltados y protegidos por ellos.


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En este proceso que a primera vista parece lineal no obstante tiene algunos puntos de inflexión muy importantes. 

Durante la segunda mitad del siglo VI a. C. ha decaído el vigoroso comercio que existía durante la etapa anterior, y prácticamente las escasas cerámicas procedentes del comercio mediterráneo del momento, como es el caso del púnico o del griego, se quedan muy concentradas en lugares determinados, lo que indicaría que no hay redistribución de las importaciones, las cuales permanecerían en manos de los aristócratas. Por tanto, hay que pensar que la relación entre el aristócrata que vive en las torres circulares que surgen durante la segunda mitad del siglo VI a. C., y sus inferiores, no se sujeta por esta redistribución y la ostentación de la comida como durante el Hierro Antiguo. Tampoco hay datos sobre el control de los rituales religiosos. Ante ello hay que considerar que el aristócrata posee otros métodos para establecer la jerarquía, y posiblemente estos métodos se encuentren en la coerción militar. Se pasa de una elite que ofrece el don, que aporta organización al conjunto, a una elite que controla y explota el territorio a través de las armas. 

A pesar de la imagen de coerción el grupo social dominante no logra consolidar su posición en el modo en que la tiene en ese momento, de allí que al poco tiempo la zona sufre de nuevo cambios, pues la residencia aristocrática de la segunda mitad del siglo vi a. C tiende a desaparecer para ser sustituida por la ciudadela. 

Este nuevo tipo de asentamiento será el hábitat de una aristocracia que se ha hecho más compleja y amplia. El caudillo vivirá en una vivienda concreta de la ciudadela, la más singular, situada en el punto estratégico, pero alrededor de él se ha creado un servicio mucho más completo, que obliga a la ampliación de los espacios de poder de la etapa anterior y así permite albergar a los grupos sociales más allegados al caudillo, ya sean sirvientes o nobles de diverso rango.

Pero el proceso no se para aquí. En el siguiente paso la ciudadela se extiende para convertirse en algo a lo que se le puede llamar ya ciudad. 

Al contrario que en otras ciudades mediterráneas la imagen del poder no es del colectivo como puede indicar una plaza con su iconografía, lo que indica que el poder efectivo y simbólico está en manos de la aristocracia, posiblemente tan solo la fortificación pasa esta vez a ser la imagen del pueblo, no de la elite, lo que unido a la falta de armas podría indicar que esta ha dejado de sustentarse en la imagen militar. Otra vez parece ser la organización del comercio, de la mineria, o de ambas cosas, lo que da privilegios al grupo social dirigente.

A pesar de que algunas ciudadelas se han mantenido, las ciudades, a partir del siglo iv a. C., se establecen como cabeza de un amplio territorio y de un pueblo, por ejemplo el  ilercavón, que es visto por los historiadores antiguos como  una tribu.

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¿Quienes son los Ilercavones?

Beribraces, edetanos e ilercaones

F. J. FERNANDEZ NIETO 
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La segunda guerra púnica, al final del siglo III (218-201) introducirá un nuevo punto de inflexión.  la elite social ibérica tratará finalmente  de emular su imagen con la de la aristocracia romana. Esta asimilación en cuanto a comportamiento, costumbres y formas hará fácil su integración dentro de la sociedad romana una vez la región ocupada por los iberos es integrada a la República romana. Tambiñen esto tendrá su limite que tiene un hito en la guerra sertoriana. Pero ese es otro tiempo.

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