domingo, 13 de julio de 2014

la taifa valenciana (II). El Cid aprovecha la situación para hacerse con el poder en Valencia.

La taifa de Toledo no era la única que había tenido pretensiones anexionistas respecto de Valencia. La taifa de Zaragoza estaba también al acecho.

Este panorama en el que falta un poder central fuerte favorece la aparición de  nuevos estilos de vida. Que no haya ejércitos regulares importantes hace necesario recurrir al pago de soldados mercenarios que prestan sus servicios al que mejor les paga en cada momento, o si se quiere,  a la causa que les parece más justa; según que se su alma  de mercenario o de caballero sea la  que prevalezca. El Cid es uno de estos personajes.

Enemistado con Alfonso VI es desterrado de Castilla. Le acompañan trescientos caballeros.

Fuera de su tierra, se ve con fuerzas suficientes para atacar las taifas musulmanas que considera más débiles. Tiene éxito en su empeño y consigue convertir en tributarias para sí mismo las taifas de  Albarracín y Alpuente, situadas como una especie de cuña entre las taifas de Toledo, Zaragoza y Valencia.

Desde aquí tiene un buen observatorio de la situación política de esta parte de la península.  A la vista de  que la taifa de Valencia está gobernada por el antiguo rey de Toledo, y que éste tiene un pacto con los cristianos, decide que su mejor opción es servir a la taifa valenciana para defenderla de los ímpetus anexionistas de la taifa de Zaragoza.

La situación política del rey de Valencia, Al-Qadir,  es en cualquier caso sumamente inestable. Es un rey extraño para los habitantes de Valencia y en la ciudad hay muchos partidarios de que la solución ha de venir de los almorávides. Piensan que es mejor un gobierno almorávide musulmán que un pacto  con los cristianos. Aquellas inquietudes acaban en una revuelta pro-almorávide y con la muerte del al-Qadir.

Esta es la ocasión que aprovecha el Cid para hacerse con el poder en Valencia. Alegando la defensa de los intereses de al-Qadir y tras diecinueve meses de asedio, logra entrar en la ciudad. Es el mes de junio del año 1094.

Los almorávides, sabiendo que tienen un numeroso grupo de partidarios en Valencia, no dudan en fijar su conquista como objetivo prioritario.

El Cid y sus huestes tienen que defender la ciudad. Eso no hubiera sido posible si no hubiera logrado el favor de los habitantes de Valencia.  El Cid establece una corte amable, con un ejercicio ponderado del poder y cuando llegan los almorávides están del lado del Cid.

El buen gobierno del Cid es lo que  explica por qué prácticamente todos colaboran en la defensa de la ciudad cuando los almorávides se presentan con un ingente ejército que es derrotado.

Sin embargo los almorávides no sueltan la presa y en uno de los   numerosos ataques  muere el Cid, no sin haber logrado antes el control de los castillos de Almenara y Sagunto.

Su viuda, doña Jimena,  consigue resistir todavía dos años más  gracias al apoyo de los condes catalanes, en virtud del vínculo familiar que unía a su  hija Maria con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer.

Pero es finalmente al rey de Castilla a quien recurre cuando Valencia es sitiada en el año 1101. Alfonso VI acude en socorro de doña Jimena y logra que los almorávides se retiren momentáneamente, pero decide que Valencia debe ser abandonada, pues  considera imposible su defensa a largo plazo. 

En el mes de mayo de 1102, doña Jimena abandona Valencia protegida por los hombres del rey Alfonso VI, llevándose consigo los restos mortales del Cid, que son conducidos al Monasterio de san Pedro de Cardeña

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