Desde Sagunto hacia la conquista de Italia. Anibal pasa por la ciudad de Onusa
Cuenta Tito Livio que tras la captura de Sagunto, Aníbal se retiró a sus cuarteles de invierno en Cartagena.
Estando en Cartagena le llegaron los informes de cuanto ocurría en Roma y en Cartago y se enteró de que él era, además del general que iba a dirigir la guerra, el único responsable de su estallido.

Todos ellos agradecieron la oportunidad, ofrecida tan espontáneamente, de visitar sus hogares tras una ausencia tan larga y en previsión de una ausencia aún más duradera. El descanso invernal, tras sus últimos esfuerzos y antes de los aún mayores que habrían de hacer, restauró sus facultades mentales y físicas, fortaleciéndoles de cara a las nuevas pruebas.
En los primeros días de la primavera se reunieron conforme a las órdenes.
Después de pasar revista a la totalidad de los contingentes nativos, Aníbal fue a Cádiz (Gades), donde cumplió sus promesas a Hércules en el famoso santuario fenicio de Melqart-Herakles, y se comprometió con nuevos votos a esa deidad en el caso de que su empresa tuviera éxito.
Como África sería vulnerable a los ataques procedentes de Sicilia durante su larga marcha a través de Hispania y las dos Galias hasta Italia, decidió asegurar los territorios que iban a quedar en retaguardia con una fuerte guarnición. Para ocupar su lugar requirió tropas de África, una fuerza consistente principalmente infantería ligera[iaculatorum levium: lanzadores de jabalinas ligeros]. Habiendo transferido así africanos a Hispania e hispanos a África, esperaba que los soldados de cada procedencia prestaran así un mejor servicio, estado obligados por obligaciones recíprocas.
La fuerza que despachó a África consistió en trece mil ochocientos cincuenta infantes hispanos con cetras [escudo de entre 50 y 70 centímetros, de cuero o madera forrada de cuero] y ochocientos setenta honderos baleáricos, junto a un cuerpo de mil doscientos jinetes procedentes de muchas tribus. Esta fuerza estaba destinada en parte a la defensa de Cartago y en parte a distribuirse por el territorio africano. Al mismo tiempo, se enviaron oficiales de reclutamiento por diversas ciudades; ordenó que unos cuatro mil jóvenes escogidos de los alistados fueran llevados a Cartago para reforzar su defensa y también como rehenes que garantizasen la lealtad de sus pueblos.
Como África sería vulnerable a los ataques procedentes de Sicilia durante su larga marcha a través de Hispania y las dos Galias hasta Italia, decidió asegurar los territorios que iban a quedar en retaguardia con una fuerte guarnición. Para ocupar su lugar requirió tropas de África, una fuerza consistente principalmente infantería ligera[iaculatorum levium: lanzadores de jabalinas ligeros]. Habiendo transferido así africanos a Hispania e hispanos a África, esperaba que los soldados de cada procedencia prestaran así un mejor servicio, estado obligados por obligaciones recíprocas.
La fuerza que despachó a África consistió en trece mil ochocientos cincuenta infantes hispanos con cetras [escudo de entre 50 y 70 centímetros, de cuero o madera forrada de cuero] y ochocientos setenta honderos baleáricos, junto a un cuerpo de mil doscientos jinetes procedentes de muchas tribus. Esta fuerza estaba destinada en parte a la defensa de Cartago y en parte a distribuirse por el territorio africano. Al mismo tiempo, se enviaron oficiales de reclutamiento por diversas ciudades; ordenó que unos cuatro mil jóvenes escogidos de los alistados fueran llevados a Cartago para reforzar su defensa y también como rehenes que garantizasen la lealtad de sus pueblos.

Desde Gades volvió a los cuarteles de invierno de su ejército en Cartagena, y desde Cartagena comenzó su marcha hacia Italia.
Pasando por la ciudad de Onusa, marchó a lo largo de la costa hasta el Ebro.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
¿Dónde estaba Onusa?
¿Qué era Onusa?
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Complacido por esta visión, procedió a cruzar el Ebro con su ejército, en tres grupos, tras enviar hombres por adelantado para asegurarse con sobornos la buena voluntad de los habitantes galos en sus lugares de cruce y también para reconocer los pasos de los Alpes.
Llevó noventa mil de infantería y doce mil de caballería a través del Ebro. Su siguiente paso fue someter a los ilergetes, los bargusios y a los ausetanos, así como el territorio de la Lacetania que se encuentra a los pies de los Pirineos. Puso a Hanón al mando de toda la línea de costa para asegurar el paso que conecta Hispania con la Galia, y le dio un ejército de diez mil infantes para mantener el terreno y mil de caballería. Cuando su ejército comenzó el paso de los Pirineos y los bárbaros vieron que era cierto el rumor de que les llevaban contra Roma, tres mis carpetanos desertaron. Se dio a entender que les indujo a desertar no tanto la perspectiva de la guerra como la duración de la marcha y la imposibilidad de cruzar los Alpes. Como hubiera sido peligroso exigirles volver o tratar de detenerlos por la fuerza, por si se levantaban los ánimos del resto del ejército, Aníbal envió de regreso a sus casas a más de siete mil hombres que, según había descubierto por sí mismo, estaban cansados de la campaña; al mismo tiempo hizo parecer que los carpetanos habían sido despedidos por él.
Llevó noventa mil de infantería y doce mil de caballería a través del Ebro. Su siguiente paso fue someter a los ilergetes, los bargusios y a los ausetanos, así como el territorio de la Lacetania que se encuentra a los pies de los Pirineos. Puso a Hanón al mando de toda la línea de costa para asegurar el paso que conecta Hispania con la Galia, y le dio un ejército de diez mil infantes para mantener el terreno y mil de caballería. Cuando su ejército comenzó el paso de los Pirineos y los bárbaros vieron que era cierto el rumor de que les llevaban contra Roma, tres mis carpetanos desertaron. Se dio a entender que les indujo a desertar no tanto la perspectiva de la guerra como la duración de la marcha y la imposibilidad de cruzar los Alpes. Como hubiera sido peligroso exigirles volver o tratar de detenerlos por la fuerza, por si se levantaban los ánimos del resto del ejército, Aníbal envió de regreso a sus casas a más de siete mil hombres que, según había descubierto por sí mismo, estaban cansados de la campaña; al mismo tiempo hizo parecer que los carpetanos habían sido despedidos por él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario